El dolor neuropático, un mal crónico sin tratamiento eficaz que transforma un roce en un suplicio

  • También conocido como "dolor rebelde", puede acabar provocando depresión.
  • Ni opiáceos ni analgésicos como la morfina son eficaces para su tratamiento.
  • Las personas afectadas, que se estiman en cuatro millones, pueden sentir dolor con un simple roce.
Una chica aquejada de un dolor en la cabeza.
Una chica aquejada de un dolor en la cabeza.
Champusuicida (Flickr)
Una chica aquejada de un dolor en la cabeza.

Casi cuatro millones de personas en España son víctimas del dolor neuropático o "dolor rebelde", un dolor crónico, intenso, insoportable y sin tratamiento farmacológico eficaz, que en la mitad de los casos termina provocando depresión.

El dolor neuropático condiciona en extremo al 85% de los enfermos que lo sufren, ya que impide llevar una vida normal, tanto a nivel profesional y como personal, ha explicado el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Javier Garzón, en la víspera del Día Mundial contra el Dolor.

Desde su laboratorio en el Instituto Cajal, Garzón y su equipo del CSIC han descubierto recientemente el mecanismo molecular por el que ni siquiera opiáceos y analgésicos de alta intensidad como la morfina son realmente eficaces para tratar esa molestia "rebelde", cuando la mayor parte de los dolores sí que pueden combatirse con la farmacología actual.

"El dolor es una sensación necesaria. Fisiológicamente tiene un sentido de supervivencia porque suministra información y avisa al cerebro de que algo va mal. El problema es cuando se convierte en algo crónico e incapacita para la vida diaria".

Aunque en la mayor parte de los casos, el dolor se puede combatir con fármacos, desde los analgésicos de gama suave hasta los opiáceos, en el caso del dolor neuropático son inocuos. En este caso, el sistema nervioso (encargado de reconocer las señales agresivas o peligrosas que detecta) falla por una lesión en el sistema central o periférico y envía señales de dolor sin que realmente exista un motivo para ello.

Por eso, ha asegurado el investigador del CSIC, "las personas con dolor neuropático tienen sensaciones que cualquier otra persona no tendría porque son mucho más sensibles al dolor con estímulos que para cualquier otro no serían molestos, como simplemente el roce de una pierna".

Como tratamiento, se pueden hacer ciertas intervenciones quirúrgicas directamente sobre el nervio para intentar bloquear esta disfunción y que éste deje de enviar señales al cerebro.

"Las personas con amputaciones, por ejemplo, suelen padecer esta neuropatía porque aunque ya no tienen el miembro, queda lo que llamamos el dolor fantasma, que es cuando el nervio cortado sigue mandando información al cerebro como si la extremidad estuviera aún ahí", ha detallado el investigador.

Los tratamientos farmacológicos con analgésicos comunes o incluso con opiáceos como la morfina no funcionan en estos casos porque "se trata de personas válidas desde el punto de vista social y a los que no se les puede sedar como a enfermos terminales, sino que necesitan tratamiento, pero no sedación". Además, los opiáceos no funcionan porque su efecto queda interrumpido por unos mediadores químicos que evitan que el cerebro los detecte.

Lo que pretenden ahora Garzón y su equipo es "revertir esta situación: que los mediadores químicos dejen de agredir estas zonas y que los opiáceos puedan funcionar".

Por el momento, las investigaciones van por buen camino y desde el Instituto Cajal (en colaboración con algunos laboratorios) están trabajando en algunas "sustancias" que "tal vez en un año" sea posible empezar a probar, confía el investigador.

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