Malasaña se despide de Carmen

  • Carmen Escobar vendía lotería y rifaba objetos entre los vecinos de Malasaña.
  • Tras su fallecimiento, han levantado un pequeño altar en su recuerdo.
  • "Empezó vendiendo limón y perejil en un puesto callejero hace más de 60 años", recuerda Toñi, una anciana de 76 años que la conoció desde joven.
Una vecina enciende una vela frente al improvisado altar que han levantado en honor de Carmen.
Una vecina enciende una vela frente al improvisado altar que han levantado en honor de Carmen.
Jorge París
Una vecina enciende una vela frente al improvisado altar que han levantado en honor de Carmen.

Los perros siguen parándose a olfatear la esquina de la Corredera Alta de San Pablo con la calle Espíritu Santo. Allí, Carmen Escobar Matute, lotera y amante de los animales, siempre les daba alguna golosina y les acariciaba.

Pero no solo los canes mantienen vivo el recuerdo de Carmen tras su fallecimiento, la semana pasada. En esa esquina, los vecinos del barrio de Malasaña han improvisado un pequeño altar con velas, flores, mensajes de cariño y hasta comida. "Es una tradición de mi país", explica Shalaily, la dueña de un comercio situado a pocos metros del puesto que tenía Carmen.

Así, los dibujos, las despedidas y las estampitas se mezclan con un café, un par de porras y unos plátanos depositados allí por la joven de origen chino. "Para mí, esa mujer era como mi tía, todos la queríamos mucho", explica emocionada.

Y es cierto. En apenas diez minutos, varios vecinos se paran frente al altar; unos, curiosos, otros, nostálgicos. Como Toñi, una anciana que conoció a Carmen prácticamente desde su nacimiento. "Era muy buena mujer", recuerda esta mujer de 76 años. "Empezó vendiendo limón y perejil en un puesto callejero hace más de 60 años, después lechuga, luego tebeos y en los últimos años un poco de todo", explica. "También vendía lotería y solía rifar todo tipo de objetos, aceite, ropa, incluso una televisión. A mí una vez me tocó una sopera", asegura Toñi.

Carmen, madre de dos hijos y abuela de seis nietos, enviudó joven y tuvo que sacar a su familia adelante. Su madre tenía un puesto de lechugas y cuando ella era bebé pasaba el día en una caja con mantas junto a las hortalizas. Después, heredó la profesión de su progenitora.

"Siempre estaba en su esquina, hiciera frío o calor", narra Alfredo, el dueño de Dominó, un bar cercano. "A veces cuando llovía, los de la joyería de al lado le bajaban el toldo para que se refugiase", explica. "Nos metíamos mucho con ella, y ella con nosotros. Era muy bromista", recuerda uno de los clientes de la cafetería. "Se nota mucho su ausencia", continúa.

Sin embargo, no solo los más mayores de este castizo barrio recuerdan a esta entrañable vendedora. "Mi hijo le tenía mucho cariño", asegura Susana Fernández, una de las vecinas más jóvenes de la calle. "Carmen siempre le daba chucherías. Es una pena porque se van yendo las personas de toda la vida y cada vez queda menos tradición por aquí", lamenta.

Carmen falleció el pasado 20 de septiembre a los 85 años tras una operación de riñón. Sin embargo, ni los perros se han olvidado de ella.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento