El Hombre lleva miles de años buscando la fórmula de la felicidad.
Bebedizos, hechizos, paraísos artificiales, ensayos literarios, etc. los métodos utilizados para alcanzar este estado deseado han sido innumerables y el resultado, en casi todos los casos, ha sido siempre el mismo:
“Son pocos los que han logrado la conquista de la felicidad e, incluso, los que lo hacen, sólo se dan cuenta más tarde”, ha matizado Krigelbach.
Sin embargo, “la neurociencia de la felicidad y el bienestar están dando sus primeros pasos”, ha asegurado Krigelbach, quien ha situado el foco de la investigación neuronal de la felicidad en dos aspectos fundamentales: el placer y el deseo.
“La noción de recompensa es un elemento central en estos dos estados de ánimo, y así lo confirman los estudios con animales realizados por psicólogos conductistas desde el siglo pasado”, ha explicado este colaborador de la BBC.
Centro de placer
A mediados del siglo XX, varios experimentos con ratas demostraron que repetían una determinada conducta cuando estas se asociaban a un estímulo cerebral.
Esto, en la práctica, dibujaba un paisaje protagonizado por una rata con electrodos en la cabeza, que empujaba de manera compulsiva –hasta 200 veces por hora- una palanca que le producía pequeñas y estimulantes descargas.
Pues bien, estos primeros experimentos –realizados por los doctores James Olds y Peter Milner- permitieron localizar el centro del placer en el cerebro en la misma región afectada por el mal de Parkinson.
Placer o deseo
Hoy, un estudio de la Universidad de Michigan ha tomado el relevo de Olds y Milner.
Según su director, el científico Kent Berridge, aquellos primitivos electrodos lo que hacían era activar las regiones relacionadas con el deseo, más que con el placer.
De esta manera, lo que hacía Berridge era establecer una diferencia fundamental entre “deseo” y “placer”, o entre “querer” y “gustar”.
No obstante, “el placer y el deseo son emociones muy complejas en el hombre”, ha matizado Krigelbach.
Placer sin deseo
Así pues, las investigaciones neurocientíficas se centran en la actualidad en el denominado córtex orbitofrontal –porción que muestra un desarrollo evolutivo más reciente en los humanos-, que tiene conexiones con el sistema de dopamina –sustancia segregada con el deseo- y con el opioideo –expulsada con el placer-.
Según Krigelbach, “las actuales imágenes neurológicas permiten comprobar que este córtex cuenta con áreas de placer verificables”, independientes de las del deseo.
Pues bien, sería precisamente en estas áreas donde se halla la pretendida felicidad.
¿Qué concluyen, en definitiva, estas investigaciones?
Pues, fundamentalemente, que ante determinadas recompensas se produce una actividad cerebral en estas áreas que provoca la sensación de felicidad.
De esta forma, si se verifica que la felicidad es un mero estado de placer sin deseo, de satisfacción cuantificable e indiferencia, “es posible que los neurocientíficos encuentren algún día la receta para alcanzar este estado”, ha asegurado Krigelbach.
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