Diez años del 11-S: del pánico y la 'cruzada' contra el terror, al riesgo asumido y la cooperación

  • ¿Cómo ha cambiado el mundo en los últimos diez años?
  • ¿Es más seguro? ¿A qué precio?
  • Un resumen de las implicaciones del 11-S en la sociedad actual.
Imagen de la televisión estadounidense de varias personas huyendo tras el derrumbamiento de una de las torres gemelas.
Imagen de la televisión estadounidense de varias personas huyendo tras el derrumbamiento de una de las torres gemelas.
Imagen de la televisión estadounidense de varias personas huyendo tras el derrumbamiento de una de las torres gemelas.

En uno de los últimos capítulos de 'Los Soprano' el protagonista, Tony, quiere ir a una conferencia pero no le dejan pasar sin el DNI. "Es por seguridad. Lo siento. El mundo ha cambiado". Ahora que se cumplen diez años de los atentados de Nueva York, Washington y Pensilvania, exploramos cómo el peor atentado de la historia cambió el mundo.

EE UU, como Europa, parecía un lugar seguro antes de que unos islamistas extremistas secuestraran cuatro aviones, los empotraran contra las torres gemelas y el Pentágono matando a casi 3.000 personas. El ataque hizo saltar todas las alarmas sobre la seguridad e instaló el "pánico" en occidente.

Sólo cinco días después, George W. Bush, entonces presidente de EE UU, proclamaba una "cruzada" contra un nuevo terrorismo: de corte radical islamista, de acciones suicidas y que estaba amparado por una organización multinacional, Al Qaeda, liderada por el que hasta su muerte en mayo era el terrorista más buscado del planeta, Osama Bin Laden.

A la "cruzada" de Bush se unió pronto Europa, que vio como el terrorismo islamista movía los cimientos de su sociedad con el azote del 11-M de Madrid (murieron 191 personas en los ataques en varios trenes Cercanías), y del 7-J de Londres (51 fallecidos en ataques al transporte público).

Guerra al terrorismo islamista

La batalla de Bush contra el terrorismo tuvo dos frentes: el exterior, con la guerra de Irak y la invasión de Afganistán; y el interior, que supuso la mayor reorganización ministerial de EE UU (con la creación de hasta 22 agencias dedicadas a la seguridad nacional) la propugnación de cambios legislativos, un estricto control aduanero y un reforzamiento de la seguridad en el sector aéreo.

A partir del 11-S, los requisitos para obtener un visado de entrada a EE UU se endurecieron y las nuevas normas aérea impusieron desde la prohibición de llevar cortauñas en el bolso, hasta la obligación de traspasar, descalzo, escáneres corporales.

El pánico y un ansia de revanchismo llevó a los conflictos de Irak y Afganistán que, diez años después -miles de muertos y de millones de dólares mediante- no ha conseguido el objetivo de instaurar por la fuerza la democracia en ambos avisperos musulmanes.

Ambas contiendas, además, ensancharon la brecha entre occidente y los países musulmanes. En los primeros años las manifestaciones contra EE UU se sucedían por el mundo musulmán, creando caldo de cultivo para Al Qaeda. No ayudaron los abusos de Abu Ghraib, ni la cárcel de Guantánamo -aún sin cerrar pese a la promesa de Obama- ni las polémicas "técnicas avanzadas de interrogatorio", amparadas por el Gobierno de George W. Bush.

En casa, EE UU amuralló la frontera con México, aprobó la Ley Patriótica (que permite el arresto por sospechas de terrorismo sin participación judicial) y ordenó la expulsión de los extranjeros con visados caducados. La renuncia a los derechos civiles parecía asumida en occidente por una sociedad que reclamaba la mayor seguridad posible. Pero algunos empezaron a pensar que la seguridad total era un estado inalcanzable y que se estaban renunciando a demasiadas libertades individuales conquistadas a lo largo del último siglo.

Bin Laden y las revueltas árabes

En los últimos cuatro años, coincidiendo en parte con la llegada de Barack Obama, los expertos en relaciones internacionales observan un cambio en aproximación a la amenaza del terrorismo islamista. Al parecer, se habría pasado del estado de "pánico" al de "riesgo" asumido. Las políticas también se han modificado: de la "emergencia" se ha pasado a la "prevención". Los esfuerzos se centran ahora en prevenir actos terroristas, fundamentalmente utilizando los servicios de inteligencia y el apoyo a los musulmanes más liberales.

Dos eventos han modificado el panorama sustancialmente este año. Por un lado la muerte de Bin Laden el pasado mes de mayo y, por otro, la llamada Primavera Árabe. Aún es pronto para conocer con exactitud sus repercusiones, pero la teoría de que Al Qaeda está más debilitada con la desaparición de su líder es la más asumida. Los expertos también coinciden en que los atentados de Bali, Casablanca o Marrakech han sido contraproducentes para Al Qaeda y han alejado a red extremista de la comunidad islámica. Por no hablar del efecto que puedan tener las revueltas en pro de cambios democráticos lideradas por la juventud árabe.

Pese a todo, la sociedad sigue en tensión y siente miedo al terrorismo islamista, aún cuando sólo 50 de las 150.000 muertes diarias le sean achacables, según Foreign Policy. Lo cierto es que un solo terrorista puede sembrar el caos en cualquier momento y en cualquier lugar del mundo. Hace solo un año lo intentó el paquistaní Faisal Shahzad en el mismísimo Times Square. Falló el detonador.

En EE UU hay un comité de expertos en terrorismo asesorando al gobierno que está seguro de que el país volverá a sufrir atentados. La amenaza de Al Qaeda está latente. Dicen que por mucha vigilancia que haya podrían ser muy mortiferos y utilizar ciberataques para bloquear la respuesta de los servicios de emergencias. Ante el décimo aniversario, las autoridades redoblan por si acaso la seguridad. El país se ha mentalizado de que no está a salvo del riesgo, aunque sí del pánico.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento