Los niños que retrata Ruud van Empel no son de este mundo, pero tampoco dejan del todo de serlo. Si un adjetivo le cuadra a las fotos es el manido inquietante.

El fotógrafo holandés, nacido en 1958, es un experto en la intervención digital de las imágenes. Antes de dar por terminada una imagen hace centenares de fotos previas. Con ellas compone el paisaje que sirve de fondo a sus críos y adolescentes imperturbables, de ojos siempre abiertos, como estatuas congeladas, desprovistos de emociones.

En Museo de Groningen presenta una gran antología de la obra de Van Empel. Photoworks 1995-2010 (Obra fotográfica 1995-2010) es la primera exposición del artista en un museo.

Van Empel ha desarrollado un particular estilo de trabajo con las imágenes digitales. El mundo que crea evoca un lugar paradisíaco que nunca ha existido, una especie de proyección mental de una arcadia fertil y exuberante que recuerda a los cuadros de Henri Rosseau.

El fotógrafo puebla este universo naíf con niños y adolescentes que parecen ensoñadores e inocentes, pero que dan también la impresión de vulnerabilidad y un asombro en el que podría adivinarse un espanto mudo, como si alguien hubiese arrancado a los críos la capacidad de sentir de forma directa y los redujese a la condición de muñecos frágiles.

Los organizadores de la muestra describen la colección de fotos como "un festín para la mirada" y destacan el poder de las imágenes para sugerir que "algo no está del todo bien". La "fascinante profundidad" y la "enorme paleta de color" de Van Empel también son atractivos de la exposición.