El actor y presentador Arturo Valls se pone al frente del concurso ¡Ahora Caigo!, que Antena 3 estrena este miércoles (22.00 h). Se trata de un concurso de preguntas y respuestas que castiga los errores de los concursantes dejándoles caer por una compuerta.

¿Ha probado ya las trampillas?

Yo le digo a los concursantes que sí, pero en realidad no las he probado.

¿Ni piensa hacerlo?

Quizá para un último programa o una despedida, algo así.

Lo de probar la seguridad del invento lo deja en manos de los técnicos…

Exactamente.

¿Qué hay debajo de las trampillas, estacas?

No, hay un cementerio de concursantes, de toda la historia de la tele: está la gente de El juego de la Oca, concursantes del Un, dos, tres…, está la vaquilla del Grand Prix…

¿Y no los reciclan?

(Risas) No, están ahí simplemente.

¿Se atrevería a concursar?

Sí, es un concurso en el que a la gente le va a apetecer concursar en cuanto esté en emisión. Las preguntas son muy llevaderas y la trampilla es al final como un parque de atracciones. Eso sí, a los concursantes les tensa: están ahí a punto de responder, con el tiempo acabándose y sobre unas compuertas.

Es un concurso capaz de poner cardíaco al espectador…

Sí, pero divirtiéndole. Lo que busca el concurso y lo que creo que consigue es ser entretenido. Hemos grabado ya unos cuantos, he visto un montón de caídas y no llegas a acostumbrarte (risas). Se abre aquello, el concursante chilla, el público chilla y se te queda una cara…

Lo dice con un tono un poco sádico…

(Risas) No me lo paso del todo mal viéndoles caer…

O sea, que es mejor no cogerles cariño a los concursantes.

La idea es conocerles un poco y empatizar con ellos, para que cuando caigan te de un poco de pena, pero al final cuando los ves caer se te escapa la sonrisilla.

¿A quién haría caer por la trampilla?

A gente como Teddy Bautista, para que no apareciera más.

¿Ya tienen anécdotas?

Por ejemplo la de un concursante que siendo madridista a muerte y teniendo una mujer argentina no supo decir que era Alfredo Di Stéfano al que le llamaban la saeta rubia.

Se van a dejar una pasta en premios, ¿no sale más a cuenta ser concursante que presentador?

Bueno, es que yo gano en cada emisión y el concursante hay ocasiones en las que puede perderlo todo. Prefiero ir a lo seguro.

Cómico, actor, presentador… vale usted para todo.

Para un roto y para un descosido. La verdad es que ya tengo la condición de hombre versátil y me gusta explotarla. No me planteo ir solo en una dirección, sino cambiar.

¿Su familia no habría preferido que fuera médico?

Me imagino que sí, pero por suerte los proyectos que me van tocando son muy dignos y con un tono de buen humor, así que están encantados.

¿Alguna habilidad oculta?

Hago centros de mesa con cebolla preciosos. Sí, decoro con cebollas. Vivo en un engaño, porque la gente llora cuando los ve y yo creo que es de la emoción.

Tiene pinta de que le guste vacilar, ¿se ha metido en algún lío por eso?

Hay momento en el que parar. Siempre he tenido un punto de medida que me ha permitido ver cuándo dejarlo. Normalmente cuento con la sonrisa de la persona con la que bromeo.

La gente suele esperar que los cómicos sean graciosos a todas horas…

Es un coñazo (risas). De hecho hay veces que entras en un ascensor y dices "qué calor hace hoy", y la gente dice "¡qué gracioso, me parto contigo!".

¿Cómo ha visto los cambios de contraprogramación de Telecinco?

Forma parte de la estrategia de una empresa que quiere tener los mejores resultados y que usan todos los medios a su alcance. Si uno de los recursos es poner un contenido potente frente a tu estreno, pues lo usan.

¿No será que les tienen miedo?

Ojalá. Eso es que piensan que tu programa va a estar bien. De todas formas los estrenos son una incógnita, hay que tener paciencia y no volverse loco. Hay un poco de ansiedad en la televisión, no se deja respirar a las cosas. Estamos viviendo una búsqueda de resultados rápidos, efímeros.