El capitán William Kidd (c. 1645-1701) fue un marinero escocés. Aunque siempre se le consideró pirata, hay pruebas de que era corsario del rey Gillermo III de Inglaterra.

Son famosos sus asaltos a barcos franceses. Aunque no era un ánegl Kidd no destacaba por su crueldad, ni por su capacidad destructiva: la fama popular le fue adjudicando un aura de monstruo.

Fue ejecutado con el consentimiento de quienes lo patrocinaban, para proteger la imagen del poder y de la monarquía. De hecho, uno de los inversores que lo habían contratado fue quien lo atrapó al temer quee su nombre se relacionase con el del corsario.

El aniversario  de la ejecución del Capitán Kidd -en mayo de 1701- sirve al Museum of London Docklands, la sede portuaria del Museo de Londres, para exponer Pirates: The Captain Kidd Story (Piratas: La historia del Capitán Kidd).

La muestra revela la estrecha relación entre la corrupción política y la piratería, los mitos y misterios que rodean a la idea que tenemos de estos mil veces retratados personajes. Además de recopilar cañones, trajes, grabados, cuadros, mapas del tesoro o historias sobre mujeres piratas, la exposición descubre los rituales de ejecución de la sociedad inglesa de los siglos XVII y XVIII.

Tras ser ahorcado, el cadáver de Kidd fue trasladado a Tilbury (ciudad del sureste de Inglaterra y de gran movimiento marítimo) e introducido en una jaula. El sarcófago de hierro colgó de la estructura de madera a orillas del Támesis durante años, para que sirviera de advertencia a otros piratas. Los restos del cuerpo fueron enterrados en un lugar secreto.

Pirates: The Captain Kidd Story reune 170 objetos, entre ellos la última carta del corsario (en la que habla de un tesoro oculto que no se ha encontrado), una bandera pirata auténtica, una jaula como la que encerró el cadáver de Kidd y objetos exóticos que portaban los barcos mercantes.