No es fácil mantener un duelo de elegancia frente a la princesa Catalina. No ayuda tener más años y ser mucho más corpulenta que ella. Michelle Obama ha salido muy mal parada –al menos en la prensa– tras su encuentro con la duquesa de Cambridge. Titulares como Catalina gana por goleada a Michelle o Catalina da una elección de elegancia a Michelle Obama se han repetido tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

Pero ¿era realmente tan feo su vestido de satén azul de Barbara Tfank con bolero fucsia? La propuesta de Tom Ford en marfil que lució el martes por la noche, con ocasión de la cena ofrecida por la reina de Inglaterra, elevó ligeramente su valoración, pero tampoco consiguió el aprobado. Se apuntó al blanco, con guantes largos y un escote en cruz poco favorecedor.

No es la primera vez que la primera dama norteamericana deja sus hombros y brazos al descubierto en un acto institucional. Ya lo hizo, con otro vestido también de inspiración nupcial, en la fiesta de investidura de su marido. Michelle no teme mostrar las redondeces de una mujer real: los vestidos sin mangas son habituales en su guardarropa, algo que los expertos han valorado como una muestra de seguridad y fortaleza.

Su vestuario nunca provoca indiferencia. Y ha sido cruelmente criticada, como ocurrió con un vestido negro y rojo de Narciso Rodríguez que lució para festejar el triunfo de su marido en las elecciones. Sea cual sea la ropa escogida, en las ocasiones más informales o en las grandes galas, Michelle ha dado una gran lección: quiere ser ella misma.

En cuanto se puso en manos de los estilistas de la Casa Blanca, Michelle lució un premeditadísimo estilo clásico y elegante que recordaba poderosamente a Jackie Kennedy: vestidos hasta la rodilla con manga francesa, chaquetas cortas y colores discretos. Pero hay otra Michelle, más auténtica y sin pretensiones, que se decanta por un estilo desenfadado: estampados, colores vivos, pantalones... Eso sí, se ponga lo que se ponga, siempre usa zapato bajo.