Turismo 'lento', el nuevo concepto de calidad

  • La velocidad en el transporte ya no es un lujo y la calidad se asocia al ritmo lento.
  • El movimiento 'slow' surgió hace unos años con la reivindicación 'slow-food'.
  • Existen guías de viajes específicas sobre turismo lento en Reino Unido.
El malecón, en pleno temporal.
El malecón, en pleno temporal.
ANA VEGA
El malecón, en pleno temporal.

Cuentan que, en una ocasión, un grupo de aborígenes australianos tomaron un avión para asistir a un congreso lejos de su tierra. Recorrieron cientos de kilómetros en muy poco tiempo y cuando llegaron a su destino se sentaron. Los que les acompañaban, más acostumbrados a volar, les preguntaron qué les ocurría y uno de ellos les contesto: “Nuestros cuerpos han llegado, pero tenemos que esperar a que lleguen nuestras mentes”.

En cuestión de décadas, el mundo se ha acelerado exponencialmente. Los avances tecnológicos han puesto en jaque a nuestros cerebros que, como cualquier pieza de nuestro engranaje, necesita siglos para adaptarse a un cambio de esta envergadura. Nos hemos acostumbrado a consumir información sin digerirla, a movernos sin valorar las distancias, a comer sin apreciar los sabores y, en muchas ocasiones, a viajar sin encontrar la esencia de los lugares que visitamos. Frente a este modo de vida, crece la tendencia 'slow down'.

La lentitud como sinónimo de calidad

El movimiento Slow surgió hace unos años con el juego de palabras 'slow food', una reivindicación en contra de las cadenas de restaurantes de comida rápida que tuvo bastante repercusión a nivel mundial. Estas ideas derivaron en un planteamiento más global que buscaba aprovechar el ahorro de tiempo que brindan las nuevas tecnologías para hacer a un ritmo más lento aquellas actividades que ayudan al desarrollo de la persona. Esta forma de ver la vida es aplicable a todos los niveles, y también ha encontrado su sitio en las rutinas de viaje.

La velocidad en los desplazamientos, que antaño se entendió como un lujo, ahora está al alcance de gran parte de la población. Actualmente, es relativamente fácil visitar muchas ciudades en un corto espacio de tiempo y el concepto de calidad es más cercano a las estancias prolongadas en lugares poco masificados. Algo así como los antiguos “veranos en el pueblo”, pero en sitios nuevos.

Este concepto, conocido por todos e infravalorado por muchos en las últimas décadas, está empezando a marcar una tendencia en el sector. Las guías de viaje Bradt tienen ya una serie específica para viajeros slow que, a día de hoy, cubre al detalle algunas zonas rurales de Reino Unido: Cotswolds, Devon y Exmoor, Norfolk y Suffolk, norte de Yorkshire, y Sussex y el Parque Nacional de South Downs. Pero realmente no hacen falta guías para moverse de acuerdo a esta idea.

Algunas claves del turismo lento

El turismo lento comienza antes de salir de viaje, con una fase previa que no se debe enfocar hacia la planificación, sino hacia el conocimiento. De hecho, en el concepto slow no cabe preparar al detalle las vacaciones. El viajero debe dedicar tiempo a informarse sobre el lugar e ir un poco más allá de las guías, recreándose en la literatura y la música propia de la zona que va a visitar e indagando en su realidad y su cultura.

Una vez comenzado el viaje como tal, hay que tomar el control del tiempo. El transporte entre el lugar de origen hasta el de destino no tiene que ser necesariamente el más rápido. La velocidad rompe la conexión con el paisaje y cuando hablamos de determinadas distancias, un desplazamiento por tierra supone conocer mejor como es un territorio, tanto la parte natural como la urbana. Los retrasos o cancelaciones han de entenderse como parte de la experiencia y hay que tener presente que lo inesperado puede dar pie a nuevas oportunidades.

El turismo lento obliga al visitante a sumergirse en su destino. Como norma general, la idea es conocer la zona haciendo lo que harían sus habitantes con sus rutinas y respetando al máximo su forma de vida. Pasear, tomarse un café en una terraza y leer el periódico local, sentarse en la plaza a observar, escuchar y mantener conversaciones con personas del lugar y, en el caso de no hablar el idioma, intentar aprender frases básicas. En definitiva, formar parte del paisaje y no tratar nunca de hacer varias cosas a la vez.

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