Impresionismo 'flamenco' en la república de Weimar

  • Se inaugura en Bonn una retrospectiva sobre el pintor Max Liebermann, máximo exponente del modernismo y del impresionismo en Alemania.
  • Fue paisajista, pintor del pueblo, realista, observador de la naturaleza y retratista de la alta sociedad.
  • Famoso por sus cambios constantes de estilo y temas, mezclaba la pincelada impresionista con la luz de los maestros flamencos.
Uno de los retratos que Max Liebermann pintó a principios de los años 20
Uno de los retratos que Max Liebermann pintó a principios de los años 20
Max Liebermann
Uno de los retratos que Max Liebermann pintó a principios de los años 20

Max Liebermann fue uno de los más influyentes promotores del modernismo en Berlín durante el Imperio Austrohúngaro y la República de Weimar. Sentía una gran admiración por los maestros flamencos de Holanda y por los impresionistas franceses, de los que coleccionaba obras. Esa mezcla creó un estilo que combinaba un perfecto tratamiento de la luz con la pincelada poco clara de la pintura francesa.

El Kunst und Ausstellunghalle der Bundesrepublik Deutschland (Salón de exposiciones de la República Federal Alemana) de Bonn ofrece una retrospectiva de Max Liebermann (1847-1935), el pintor con más talento del modernismo y el impresionismo alemanes.

La muestra Max Liebermann: Wegbereiter der Moderne (Max Lieberman: pionero del modernismo) reune más de 100 trabajos que sirven de recorrido por las numerosas fases de su desarrollo creativo desde finales del siglo XIX a principios del XX.

Peligrosa simplificación

Calificar a Liebermann sólo de impresionista sería una peligrosa simplificación: fue paisajista, pintor del pueblo, realista, observador de la naturaleza y retratista de la alta sociedad.

Supo retarse a sí mismo, obligarse a cambiar por completo cuando lo creía necesario, no sin montar algún escándalo sin pretenderlo: escenas rurales demasiado poco idealistas para la época que le valieron el sobrenombre de "pintor de la fealdad", retratos de notables que eran demasiado realistas, la versión de un niño Jesús con aire de  sabelotodo que enfadó a la sociedad alemana...

Durante la república de Weimar se convirtió en un pintor chic. Profesores; concejales o personajes que creaban moda hacían cola para ser retratados. Se entregaban a sus exigencias incluso sabiendo que él no iba a idealizarlos. Las clases adineradas valoraban la sinceridad con que los mostraba.

En 1920, con la popularidad por las nubes, lo nombraron presidente de la Academia de las artes de Prusia. En 1933, con la llegada de Hitler al poder, dimitió.

Liebermann era de origen judío y llegaron incluso a prohibirle que pintara. Dos años después murió de viejo, justo a tiempo para librarse de la pesadilla que su mujer Martha sufrió hasta que en 1943 decidió suicidarse horas antes de que los nazis la deportaran a un campo de concentración.

El pintor vivió una época en que la cultura estaba en constante evolución, se empapó de éxito y desarrolló un estilo cálido que adaptó a los rápidos cambios de temática de su arte dejando un legado de obras que emanan una luz entre flamenca e impresionista. Liebermann no se privó de hacer siempre lo que quiso y siempre lo hizo bien.

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