Muere a los 84 años el 'fotógrafo salvaje' Miroslav Tichý

  • La fundación que gestionaba su legado informó ayer del fallecimiento, que se produjo el martes pasado.
  • Era uno de los grandes del 'outsider art', el arte marginal.
  • Vivió durante 40 años como un anacoreta. Construía a mano las cámaras.
Miroslav Tichý, en una foto de hace unos diez años.
Miroslav Tichý, en una foto de hace unos diez años.
Miroslav Tichý, en una foto de hace unos diez años.

Miroslav Tichý, el gran fotógrafo checo del ideal femenino y uno de los referentes del outsider art (arte marginal), murió el 12 de abril, a los 84 años de edad, según informó la fundación que gestiona su obra.

Sólo unas lacónicas líneas en inglés y checo en la página web: "Con gran pesar y profunda tristeza informamos que Miroslav Tichý falleció el 12 de abril". Firma la nota Roman Buxbaum, amigo personal del artista y cabeza visible de la Fundación Tichý Ocean.

Sobre la nota aparece una foto de dos manos enlazadas sobre una sábana blanca.

Tichý había alcanzado notoriedad a partir de 2005, cuando sus fotos fueron exhibidas en el Kunsthaus de Zurich. En 2007, expuso en el Museo de Arte Moderno de Frankfurt y al año siguiente en el Georges Pompidou de París.

En 2009 expuso en España

En 2009 la obra de Tichý llegó a dos ciudades españolas. En Madrid con la muestra Miroslav Tichý. Mirography. La esencia de la fotografía proscrita se excon 150 fotos la galería Ivory Press Art+Books, tras la cual está Elena Ochoa, la esposa del arquitecto Norman Foster, responsable del diseño interno del local. En Palma de Mallorca se exhibieron otras 40 fotos del artista en la galería Kewening, bajo el título Oraciones, sueños y diosas.

Hijo único de un sastre, estudiante de Bellas Artes, torpe pintor plagiario de expresionistas y, como tantos otros checos de su generación, de ideales destruidos por los comunistas en 1948, a Tichý le prohibieron pintar, le encerraron en sanatorios mentales y le encarcelaron creyéndole disidente.

Desde mediados de los setenta vivió como un anacoreta. Regresó a su pueblo natal de la Moravia checa (Kyjob, 12.000 habitantes), se instaló en una infravivienda y, como declara en el documental Tarzán jubilado, ejerció un sólo propósito: “ser famoso haciendo algo y haciéndolo peor que cualquier persona en el mundo”.

Durante treinta años disparó unos cien retratos diarios de las mujeres del pueblo. En la piscina comunal, en el lavadero, en las calles y caminos, de picnic, en los parques… A veces cara a cara, pero casi siempre a escondidas, desde la clandestinidad.

Tichý construía cámaras-desperdicio con latas de conserva, cartones, elásticos de calzoncillos y lentes de gafas viejas o trozos de plexiglax pulidos con ceniza de cigarrillos. Revelaba de noche en una ampliadora también fabricada a mano y completaba las fotos con paspartús y molduras de una pulcra inocencia.

Soportó alguna impertinencia, alguna acusación de locura, pero sus vecinos le dejaban hacer. Todo cambió cuando uno de ellos, Roman Buxbaum, descubrió la poderosa seducción, la belleza secreta, de aquellas miles de fotos, todas de mujeres.

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