El gran txikiteo

La juventud sale en masa a la calle, de juerga.
Chavales de 16, 17 ó 25 años se sentarán en el parque Etxebarria el día 31 alrededor de los litros. Pero, en realidad, unos metros más abajo, ingenieros, currelas, políticos, ya estén en la cuarentena o la cincuentena, de toda clase social se divierten en llámase calle Somera o Iturribide, bautizada en otros tiempos como la senda de los elefantes por aquellos que dieron fama al gran deporte de los vascos, el txikiteo. Los chavales no hacen nada distinto –con la diferencia del ímpetu que da la edad– de lo que hacen sus padres cualquier otro día.  Incluso puede ser mejor.

Todos juntos, vigilados por las instituciones, van a evitar que la Policía se tenga que desplegar por los 30 puntos habituales de los fines de semana o que los servicios de limpieza se afanen en quitar los orines de esas zonas. Al final, igual le ahorran una pasta a la ciudad.

A algunos les quedará el consuelo de creer que la juventud es una enfermedad que se cura con la edad. Yo no estoy tan seguro.

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