Del 'vacile' de Pep Guardiola a la 'locura' de Sergio Ramos

Sergio Ramos se lamenta en el Camp Nou.
Sergio Ramos se lamenta en el Camp Nou.
EFE
Sergio Ramos se lamenta en el Camp Nou.

No se habla de Mourinho tras el clásico. Apenas tuvo protagonismo el entrenador del Real Madrid, eclipsado por el huracán de juego culé y rendido a la evidencia. Poco podía hacer.

Sin embargo, este clásico no deja huérfanos de anécdotas a los aficionados. Peleas, jugadas polémicas y tensión, mucha tensión en el campo. Más que en la grada incluso. Pero, como dijo Puyol, "eso queda ahí", en el césped.

El partido estaba sentenciado en un abrir y cerrar de ojos. Apenas sin tiempo para mucho, el 2-0 ya lucía en lo más alto del Camp Nou. Pero, lejos de lo que podría pensar, el Madrid no reaccionaba. Estaba anestesiado. Hasta que llegó una de las acciones más feas del partido. El 'vacile' de Guardiola a Ronaldo. Un feo gesto impensable -a priori- del entrenador del Barça sobre un rival que sólo buscaba el balón -fuera del campo- para sacar rápido. Quizás CR7 recogía en esos momentos lo que ha estado sembrando durante la semana, pero el gesto de Guardiola dista mucho de su trayectoria en los banquillos durante estos años.

Claro que el portugués no se quedó quieto y reaccionó pegando un empujón al catalán. El público y los jugadores locales cargaron su ira contra Ronaldo. 'Mou' ya no era el enemigo número uno del culé, dejando su puesto a CR.

Ahí se encendió la mecha. Después vinieron varias tanganas, protagonizadas casi siempre por jugadores del Madrid. Tantas que se pasó del 'pasotismo' inicial a la locura general de los jugadores blancos.

Pero antes, doblete de David Villa, que se reivindicó en su primer clásico. También el baile culé. Baile que el Madrid fue incapaz de seguir en ningún momento del partido. Y con esas llegó el quinto de Jeffren. La ansiada 'manita' que parece estar siempre en la cabeza de los aficionados cuando hay un Barça-Madrid. Piqué no lo escondió. Con la mano alzada, en un guiño a su público, el defensa animó a las masas y así humilló, más si cabe, a un Madrid desconsolado.

Y para el final, lo peor. El desquiciamiento de los jugadores blancos se personalizó en Sergio Ramos. Patadón a un Messi que los volvió locos durante todo el partido, roja y trifulca con su amigo Puyol. Al lateral se le fue la cabeza. Y ni siquiera dio explicación alguna a sus aficionados tras el partido.

El clásico acabó con cambio de líder, pero la sombra del 'partido más trascendente del mundo' es alargada...

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