Benjamin Goss: «Tengo un problema con la fotografía digital: es demasiado perfecta. Si la vida no lo es, ¿por qué pretenderlo?»

Cuatro exigencias para que una foto transgreda la consideración de documento y sea patada, luz interior, pinchazo en el ánimo y camino abierto: «Tiene que transmitir vitalidad, desenmascaramiento, pasión y realidad». Benjamin Goss añade un quinto requisito: la sensorialidad de procesar manualmente la foto desde el primer momento.
Autorretrato
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Benjamin Goss
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Ni un solo píxel electrónico en sus retratos. Frida y el zorro, Tranquilidad, Björn y Chica de las flores muestran a gente tan abandonada a su propia soledad que parecen visitantes de un remoto e imposible pasado. Sólo la errática verdad de la fotografía analógica puede conseguir ese bouquet. «Lo digital tiene su lugar, pero es otro medio. Usado con respeto puede cortar el aliento. De todos modos, yo tengo un problema con las fotos digitales: son demasiado perfectas. Si la vida no es perfecta, ¿por qué pretender que lo sea?».

Nació en 1977 en Houston (Texas, EE UU), creció en Nueva Jersey, trabajó como cámara de vídeo y de televisión en Barcelona y vive, desde 2002, en Karlstad, una pequeña ciudad del centro de Suecia, «un lugar rodeado de serenos bosques y lagos, pero con las ventajas de una gran urbe en cultura, arte y música». Benjamin Goss  prepara ahora un proyecto de retratos titulado Breathe, que planea editar en libro y exponer este verano.

trabaja solamente con material analógico. Prefiere, para el gran formato, una Kodak View con negativos de papel de plata y una Sinar con película Polaroid; para el formato medio, una Hasselblad, y para el 135, una Leica Mini (ambas con película Kodak Tri-X).

Fue ayudante de la gran fotoperiodista estadounidense Mary Ellen Mark (1940), de la que admira su «genuino interés por la humanidad». Se define «definitivamente nostálgico» y le hubiese encantado callejear y fotografiar el París de los años veinte y el Nueva York de los cincuenta.

¿Cuándo empezaste a hacer fotos y cómo perfeccionaste la técnica?

Empecé a finales de los noventa, en Nueva York. Aprendí por el sistema de prueba y error. Al principio sólo hacía diapositivas, pero al trasladarme a Suecia empecé a procesar e imprimir en blanco y negro en casa. No es tanto una cuestión de técnica, sino de comunicación.

¿Por qué la declaración de intenciones de: «Sólo cuarto oscuro, nada de digital, capas o texturas»?

Por responsabilidad con mi trabajo y porque disfruto de la parte táctil de hacer algo con mis manos. Eso es lo que me ata al cuarto oscuro cada día.

¿Es lo digital tan malo para la fotografía?

Desde luego que no. Lo digital tiene su lugar, pero es otro medio. Utilizado con respeto puede cortar el aliento. De todos modos, tengo un problema personal con las fotos digitales: son demasiado perfectas. Si la vida no es perfecta, ¿por qué debemos pretender que lo sea?... En cualquier caso, al final lo que resulta importante es el poder de la imagen para comunicar, no la técnica que uses para conseguirlo.

Tu obra ha cambiado mucho desde que empezaste...

La fotografía siempre ha sido —y todavía es— un viaje personal, una búsqueda de conexión con el espectador. Mis fotos han crecido a medida que yo he crecido. Es una hermosa simbiosis. Cuanto más aprendo sobre mí, más crece mi arte. Por otro lado, cuanto más crece mi arte, más aprendo sobre mí.

¿Cómo un espejo?

Sí, la fotografía es un espejo psicológico. Me acerco a mí mismo a través de ella. Es la mejor terapia y, sin duda, un camino de búsqueda personal.

¿Qué diferencias encuentras entre el ojo fotográfico y el ojo humano?

El humano ve en tres dimensiones, a veces en cuatro porque en la mirada intervienen el sonido, el olor... El ojo humano es la mejor de las cámaras. La fotografía es una contradicción. Pensamos que debe ofrecernos respuestas y ser objetiva, pero nos obliga a interrogarnos aún más. La fotografía es cien por cien subjetiva.

Tus retratos frontales presentan a los modelos mirando al objetivo de una forma etérea...

No considero modelos a quienes retrato. Son seres humanos y comparten las mismas dudas, miedos e incertidumbres que sufro yo, que todos nosotros. Tengo un gran respeto por esa condición. En el proyecto Breathe, en el que estoy trabajando, mi meta es desenmascarar tanto como sea posible a las personas que retrato. Quiero que se desnuden y se expongan a la cámara al mismo tiempo que tomo su mano y digo: «Está bien».

www.benjamingossphotography.com

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