El voto en blanco, a prueba el 20-N tras su récord de las elecciones de mayo

Urna electoral.
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Urna electoral.

El voto en blanco alcanzó su cota más alta en España el pasado 22 de mayo en las elecciones municipales y autonómicas cuando cerca de 600.000 españoles (584.469 votantes) siguieron esta opción, de manera que las generales del 20-N serán una prueba para saber si este récord se supera o bajan estos votantes.

La encuesta preelectoral del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de la semana pasada estimaba un porcentaje de voto en blanco del 2%, algo inferior al 2,59% registrado en los comicios locales; antes de tabular el porcentaje, en intención directa de voto, incluso se elevaba al 4,6%.

El voto en blanco ha tenido siempre más éxito en los comicios municipales que en las elecciones a las Cortes, a tenor de los datos oficiales del Ministerio del Interior. De esta manera, tras la marca histórica de mayo pasado, el récord siguiente en democracia data de las municipales de 1999, cuando el 1,95% de los electores depositaron sobres vacíos en las urnas; todavía no se había superado el umbral del 2%.

Llama también la atención que si se suman los votos blancos y los nulos depositados el 22 de mayo la cifra total de sufragios que no fueron destinados a candidaturas se aproximó al millón de electores (971.630 ciudadanos).

¿Por qué la gente vota en blanco?

En general se interpreta el voto en blanco como una muestra de descontento hacia la clase política, a la par que una expresión de respaldo al sistema democrático; pero los sociólogos también reconocen que es una tendencia que acoge a una tipología muy diversa de electores.

"Es un acto de protesta, de los más bonitos en democracia", afirma el catedrático de Sociología Ricardo Montoro, quien lo interpreta además como una expresión de libertad de los ciudadanos ante el "horror" que supondría forzar el voto de una persona.

Sin embargo, este profesor de la Universidad Autónoma de Madrid resta importancia al valor representativo que en unas elecciones tienen los votos en blanco, porque suman un porcentaje, incluso en su mayor expresión de hace siete meses, que, dice, "no es nada" frente a más de un 97% de papeletas a candidaturas.

En su opinión, sociológicamente la abstención es más importante que el voto en blanco, e incluso el voto nulo, cuyo comportamiento ha merecido especial atención en casos especiales, como por ejemplo cuando la izquierda abertzale "se quedó sin soporte" electoral en el País Vasco y muchos de sus votantes se decantaron por el voto nulo.

Con un planteamiento similar, el catedrático de Ciencia Política de la UAM, Fernando Vallespín, que al igual que Montoro fue director del CIS, considera que las cifras del voto en blanco en España "no son muy significativas" y contesta con un "para nada" a la pregunta de si es preocupante su crecimiento. "Teniendo en cuenta, además, la situación de crisis en la que vivimos, es sorprendente que no haya una manifestación simbólica más clara del malestar", afirma.

Las encuestas no lo predicen bien

Y en un panorama preelectoral dominado por las encuestas, todas coincidentes en una aplastante victoria del PP sobre el PSOE, las empresas de demoscopia no prestan demasiada atención a los sobres vacíos.

En este sentido, Ricardo Montoro explica que las encuestas "no son buenas para el voto en blanco", entre otras razones porque se elaboran a partir de muestreos de 1.000 a 3.000 encuestados. Y en las elecciones generales el fenómeno se complica porque más de una sola convocatoria se trata de 52 elecciones, una por cada circunscripción, "y cada una tiene su lógica", añade.

Un sondeo pequeño es "muy potente", señala este sociólogo, a la hora de hacer proyección respecto a los dos grandes grupos, pero se manifiesta "muy débil" a la hora de mostrar los fenómenos de tipo regional "y mucho menos el blanco". En las encuestas preelectorales, concluye, el voto en blanco "realmente es un ajuste técnico que se hace cuando se calcula la estimación de voto".

¿Quién vota en blanco?

Aunque se discutió mucho en la red y en los debates callejeros del movimiento 15M sobre los efectos prácticos del voto en blanco y la pregunta de "a quién beneficia" fue muy repetida en estas discusiones, lo cierto es que resulta difícil atribuir claramente a alguien esta opción electoral, por otra parte de larga trayectoria.

Ha habido intentos de capitalizar bajo unas siglas, ya dentro de candidaturas concretas, el descontento que subyace bajo el voto en blanco, pero su éxito ha sido más bien escaso, y siempre ha dejado a estas formaciones fuera del Parlamento, con exiguos resultados.

Alguna de las más significativas, Ciudadanos en Blanco, llegó a cosechar 40.208 votos en las elecciones generales de 2004, pero cuatro años más tarde bajó a 14.193 papeletas; con mucho menos éxito, otra candidatura, Alternativa en Blanco, se llevó en 2008 2.460 sufragios, el 0,01% del voto válido.

Para las elecciones del próximo 20 de noviembre los electores sólo encontrarán una oferta de este tenor, la de Escaños en Blanco, ya que las restricciones impuestas por la reforma electoral a la presentación de candidaturas, al exigir avales a los partidos extraparlamentarios, ha dejado a muchos fuera de la contienda.

En 23 circunscripciones se presenta este nuevo partido, cuyo objetivo no es conseguir representantes en el hemiciclo del Congreso, sino dejar vacío el escaño que hipotéticamente pudieran alcanzar si sus candidatos consiguieran respaldo suficiente. El único punto de su programa electoral reza: "Dejar vacíos los escaños que pudieran corresponder al partido, sin tomar plena posesión del cargo y, por tanto, evitando los costes para las arcas públicas que eso supone".

El próximo 20 de noviembre

Ya ante la cita de las próximas elecciones generales, un repaso a lo que ocurrió hace tres años en los comicios equivalentes cifra en un 1,11% los sobres vacíos introducidos entonces en las urnas, o lo que es lo mismo, 286.182 ciudadanos que optaron por el voto blanco.

Por tanto, si se cumple la predicción de la encuesta del CIS, que apostaba por un 2% de votos blancos, habrá más de medio millón de ciudadanos (en concreto 515.642 si se hace la proyección exacta) que votará de esta forma el próximo 20 de noviembre.

Lo cual significa que los electores que evitarían respaldar a candidatos supondrían la cuarta fuerza política, tras PSOE, PP, IU y CiU, si se compara con los resultados de la anterior legislatura, o la sexta, si se hace con la estimación de voto que hace el CIS para el 20N (PP a la cabeza, seguido de PSOE, IU-ICV, CiU y UPyD). Al igual que les ocurre con las candidaturas de los partidos, la incógnita del voto en blanco no se despejará hasta la misma noche electoral.

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