Que Vincenzo Nibali es un ciclista ofensivo, dispuesto siempre a plantar batalla, era de sobra conocido. Pero en este Tour de Francia, y sobre todo en el final en alto de Hautacam, meta de la última jornada montañosa de la ronda gala, mostró una ambición desconocida. El ciclista del Astaná, como si quisiera reivindicar la solidez de su liderato pese a las retiradas prematuras de Chris Froome y Alberto Contador, a priori los dos hombres que iban a jugarse la victoria final, estableció una dictadura personal en la última jornada de los Pirineos: ganó en solitario y de amarillo. Cuatro éxitos parciales para él y un gran paso para cerrar su triple corona personal por eso de poseer en su palmarés una Vuelta (2010) y un Giro (2013).

Nibali puso al equipo a trabajar antes del Col du Tourmalet, porque la mejor defensa es un buen ataque y en este caso no hay nada como un ritmo alegre para disipar cualquier conato de revolución. Un ritmo que mantuvo cerca a los fugados, entre los que brilló con luz propia el escalador navarro Mikel Nieve. El grimpeur de Leitza, fichaje estrella del Sky esta temporada, dinamitó la fuga de veinte corredores que afrontaron el coloso pirenaico. Solo el galo Biel Kadri (AG2R, ganador en Gérardmer) se soldó a su rueda, pero le mereció la pena el sufrimiento por eso de coronar el Tourmalet el primero.

Se pasó el Tourmalet, llegaron los agrupamientos en su largo y frenético descenso, y la carrera llegó a Hautacam, allí donde Bjarne Riis (quien posteriormente confesó su dopaje) cimentó su éxito en el Tour de 1996. Mientras la cabeza de carrera, esto es Mikel Nieve, veía como menguaba su margen (apenas 1:18) ante el ritmo del Astaná, llegó un acelerón de Chris Horner (Lampre) y Vincenzo Nibali, acaso acordándose de lo mal que se lo hizo pasar en la Vuelta a España de 2013, donde el estadounidense le apartó de su segundo éxito en la ronda española,  se agarró a su rueda durante unos minutos para irse en solitario. Como y cuando quiso. Y con 10 kilómetros hasta la cumbre. Rebasaría con un ferrari a Nieve y le endosaría 1:10 a sus perseguidores. "CaNibali", le dicen en Italia. "Tengo una ventaja grande, sí, pero aún quedas etapas por delante", frena el siciliano sobre un Tour que tiene virtualmente ganado... y desde los Vosgos.

Nibali voló, a plato, en la montaña de Lourdes mientras por atrás los Pinot, Peraud, Majka y, renacido, Van Garderen, comenzaban a lanzarse envites que no podía ver Alejandro Valverde. Y es que el murciano, que intentó un interesante movimiento táctico en el descenso del Tourmalet lanzándose a tumba abierta y logrando hasta 20 segundos de ventaja (siguiendo el ejemplo de Nairo Quintana en el Stelvio, el movimiento que le acabaría valiendo el primer Giro de Italia a Colombia), perdió contacto pronto en la última subida. No le salió bien, pero lo intentó. En Hautacam, con la lucha por el podio en ebullición, con una fila de cinco esforzados a rueda, Valverde apeló a su experiencia y a su propio ritmo para limar las pérdidas de tiempo con un Pinot y un Peraud que le sacaron provisionalmente del podio. Valverde es cuarto ahora en la general por dos segundos (y quince de desventaja con Pinot, nuevo segundo), aunque tiene opciones de recuperar un cajón en París en la crono del sábado.