En el Bernabéu hace un tiempo que el fútbol pasó a un plano secundario. Con el club convertido en un polvorín, unos directivos contra otros, un presidente firme en su poltrona y muchas peñas solicitando elecciones, ayer había partido. Llegaba el Málaga, colista casi desahuciado, y a punto estuvo de encender otra mecha. Lo evitó un gol de Sergio Ramos en el último minuto.El Real Madrid no mejoró en exceso su versión de anteriores capítulos. Continúa deshilachado y sus ocasiones llegan por oleadas, tras un centro de Beckham, una incursión de Roberto Carlos o un par de regates de Robinho. La falta de juego no impidió que el equipo madridista gozara de un buen puñado de ocasiones, y que Cassano se hinchara a fallarlas.
Frente al arreón local, el Málaga aguantó como pudo, esperando alguna oportunidad para sorprender. Primero Manu lo tuvo hecho, pero falló solo ante Casillas. No erraría al rato Bovio, disparando a la red sin oposición. El colista ganaba en Madrid y el viento compartía ya su espacio con los silbidos.
Al límite
El escenario apenas cambió en la segunda mitad. El Málaga agazapado, el Madrid en busca del gol y Cassano sin encontrarlo. Ya sin el italiano, llegó el empate, tras un justo penalti cometido sobre Raúl –ayer mejor– y transformado por Zidane. Aún con tiempo, el equipo de López Caro siguió percutiendo contra Arnau y, justo al límite, Ramos salvó el partido, y quién sabe si a su presidente.
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