La Federación Internacional de Atletismo (IAAF) le dio ayer una mala noticia: deniega su participación en los Juegos de Pekín de este verano. ¿La razón? Pistorius «está capacitado para correr con sus prótesis a la misma velocidad que otros velocistas, pero con un 25% menos de esfuerzo. Le da ventaja», según un estudio encargado por la IAAF. «No me rendiré, tengo derecho a correr con ellos», protesta el atleta robocop, de 21 años.
Apenas tenía un año cuando los médicos le detectaron una malformación en los huesos. Henke y Sheila decidieron entonces la amputación de las dos piernas de su hijo. «Era un problema muy grave que de adolescente le hubiera llevado a una silla de ruedas», recuerda Sheila, su madre, antes de que Oscar coincida: «Hicieron lo mejor para mí».
Pistorius alternó rugby con fútbol hasta que le dio por correr. «Es una máquina», dice su entrenador, Ampie Low.
Desde entonces vive y se entrena junto con su perro Capone para ser el primer paralímpico en correr en los Juegos Olímpicos. Debería bajar de 45.50 en su especialidad, los 400 metros, y podía hacerlo, a tenor de los 46.90 que acreditó en la prueba Roma hace un año. El recordman mundial, Michael Johnson (43.18), apenas le supera en tres segundos. Pero a Oscar no le dejan correr.
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