Acompañada por la guardia pretoriana de la Federación Española de Natación, siempre atenta a marcar distancias con los medios, Mireia Belmonte compareció pegada a su medalla de plata, de la que no se ha separado por miedo a que se pierda. Lo hizo tras el control antidopaje de ayer, media hora de pérdida camino a la Villa Olímpica, seis horas de sueño, media de masaje y una clasificación para la final de los 800 libres, donde el viernes vuelve a aspirar a todo.
No acaba todavía Belmonte de creerse que es una medalla lo que cuelga de su cuello. "Llevaba tanto tiempo esperándolo... Esta medalla me ha liberado, me da confianza y es para mucha gente, para mi entrenador, para mi familia, para todos los que siempre confiaron en mí". En el apartado de dedicatorias, Mireia guardó un lugar especial a su preparador mental: "Es muy importante para mí. Me ayudó a relajarme, a tener más calma y estar tranquila, porque los resultados tenían que llegar. Él me tranquilizó".
Nada más firmar la primera medalla española en Londres, el bombardeo de felicitaciones fue constante: "Me sorprendieron nuestros cracks del deporte, pero sobre todo la felicitación de Nadal. Él es mí ídolo, yo tendría que felicitarle a él".
Mireia tendrá que esperar para tirarse en paracaídas, como había prometido en caso de medalla, y deberá pasar por la manicura para arreglarse una de sus vistosas uñas, que se le ha roto. "Es una manía, siempre las llevo así". Mañana nada por la calle 6 la final de 800: "Tengo que tomármela con calma porque sé que mis rivales saldrán a tope desde el principio. Espero estar tan nerviosa como lo estuve antes de la final con medalla. Eso será buena señal".
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