Manuel Fernández Saro: "La hípica puede parecer elitista, pero es un deporte muy sacrificado"

  • El jinete sevillano, afincado en Holanda, compite en la modalidad de salto de obstáculos.
  • Logró plaza olímpica para los Juegos de Río de Janeiro con el equipo español.
  • "El caballo no te da días libres, tienes que estar pendiente como si fuera un niño chico", asegura.
El jinete sevillano Manuel Fernández Saro, con su caballo.
El jinete sevillano Manuel Fernández Saro, con su caballo.
JORGE PARÍS
El jinete sevillano Manuel Fernández Saro, con su caballo.

Dieciséis años después, España volverá a unos Juegos Olímpicos con un equipo hípico de salto de obstáculos, deporte en el que no participaba desde Sídney 2000. El mérito les corresponde a Sergio Álvarez Moya, Eduardo Álvarez Aznar, Pilar Lucrecia Cordón y Manuel Fernández Saro, los cuatro jinetes que lograron el billete para Río de Janeiro en los Europeos de Aquisgrán.

"Nadie pensaba que íbamos a clasificarnos, pero tenemos un buen equipo. Gente con mucha garra y ganas. Cualquier cosa puede pasar", avisa Manuel, que no se pone límites en Brasil: "Soñar es gratis y si vas a unos Juegos tienes que ir con todas las ganas y toda la confianza del mundo".

España, no obstante, hace tiempo que dejó de ser una potencia en esta disciplina ecuestre en la que llegó a conseguir un oro en los JJ OO de Ámsterdam de 1928. Eran otros tiempos. "Tiene mucho mérito, por supuesto, pero entonces la hípica estaba más relacionada con los militares. Ellos eran los que mandaban un poco porque tenían los medios y los caballos a su disposición. Ahora eso ha cambiado mucho y todo está más profesionalizado", explica Manuel, que charló con 20minutos.es durante el pasado Gran Premio Longines GCT, celebrado en el Club de Campo de Madrid.

En la actualidad, Alemania, Holanda y Francia  marcan la diferencia en los saltos ecuestres. "Creo que en España tenemos afición y buenos jinetes, el problema es que no criamos. España no es un país de cría de caballos, mientras que esos países llevan 100 años criando y nos sacan ventaja. Alemania, por ejemplo, tiene más de 90.000 yeguas de cría y Francia tendrá 30.000 o 40.000. España está muy lejos de esas cifras", dice Manuel.

"En España se lleva más el caballo de feria porque es más típico. Los concursos de saltos se ven como algo más elitista. Tampoco hay mucho comercio de caballos, que en el fondo es de lo que vivimos la gente que nos dedicamos a este mundillo. Poco a poco vamos mejorando y acercándonos el nivel europeo, pero aún estamos lejos", añade.

El propio Manuel, sevillano de nacimiento y residente en Holanda, tuvo que marcharse al extranjero muy joven: "Me fui con 18 años a Bélgica, luego a Alemania y después a Holanda. Quería ver cosas nuevas y allí el tema de la hípica era y sigue siendo muy fuerte, hay mucha compraventa de caballos".

Sobre el aspecto elitista de la hípica, Manuel admite que sí tiene ese cartel, pero matiza que no es un camino de rosas. "¡Yo no tengo un duro!", bromea, antes de explicar su punto de vista: "Para mí no es un deporte elitista, pero entiendo que mucha gente lo pueda ver así. Lo que pasa es que muchas veces desde la tribuna solo se ve la zona VIP, el glamour... pero en realidad es un deporte muy sacrificado, que exige muchas horas, una dedicación prácticamente constante. El caballo es un animal vivo y no te da días libres. Desde por la mañana hasta por la noche tienes que estar pendiente del caballo como si fuera un niño chico".

La importancia del caballo

El caballo es, lógicamente, la clave para triunfar en la hípica. Por eso son muchos los que comparan este deporte con la Fórmula 1, donde solo se puede ganar con un buen coche. "No sé si es como la Fórmula 1 porque el coche al final nunca se queda cojo y si pierde una rueda, le ponen otra. El caballo no es así, aunque sí pueden ser deportes parecidos. Si ves a Fernando Alonso con el coche que tenía hace unos años y lo ves ahora, se nota la diferencia, aunque él sigue siendo un piloto increíble. Cuando tienes un muy buen caballo o uno normal pues pasa exactamente lo mismo, se nota la diferencia. Con un buen caballo todo es más fácil", asegura Manuel.

Eso no quiere decir, que el jinete sea un actor secundario: "Lo importante es el binomio que formas con el caballo y para eso necesitas mucho 'feeling'. Si es un caballo joven necesitas ir paso a paso con su entrenamiento hasta que encuentras un poco el punto: lo que tiene que comer, el tiempo que tiene que trabajar, la embocadura, el nivel de exigencia que le quieres pedir... Es un proceso largo y complicado, pero a la vez muy bonito porque recoges los frutos que has estado sembrando. Eso te da mucha satisfacción. En mi opinión ahí es donde un jinete marca toda la diferencia".

La alimentación, subraya Manuel, es fundamental: "Cada caballo tiene una personalidad y un carácter y la comida le afecta de una determinada manera. Hay caballos que son fríos y que necesitan comer, por ejemplo, avena, porque les da energía. En cambio, hay otros caballos que no la pueden probar porque se ponen muy nerviosos y violentos. Saber equilibrar eso hace la vida más fácil al jinete y al caballo".

Un caballo bien entrenado puede costar una fortuna, más de 10 millones de euros se han llegado a pagar por algún ejemplar, y para los jinetes que viven de la compraventa es difícil retener un caballo ganador.

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