Y es que, a sus 31 años, Kwame no tiene el perfil del esquiador profesional. Escocés de nacimiento y educado en Ghana hasta graduarse en turismo, siempre se vio atraído por el deporte. De espíritu inquieto y viajero, cambió su vida hace dos años cuando, mientras estudiaba en Inglaterra, empezó a esquiar. Allí, sus entrenadores advirtieron su talento para el esquí, del que se había enamorado «viéndolo por la tele en Ghana».
Hace poco más de un año decidió convertirse en profesional y su entrenador le propuso ir a los JJ OO de Invierno de Turín. Allí comenzó su periplo y sus primeros contactos con la nieve natural, ya que hasta ahora había esquiado en pista artificial. «Las montañas eran tan grandes que no sabía dónde ir», dijo.
«Al principio la gente no me tomaba en serio, pero tras varias pruebas, empezó a respetarme», declaró el ghanés a la BBC. Ese respeto le ha servido para encontrar patrocinadores y conseguir su sueño. Su participación en estos campeonatos es «una gran oportunidad para demostrar, aunque sea a uno o dos niños, que deben luchar por sus sueños». Eso le basta a él.
Por otra parte, Kwame considera que lo único que los africanos tienen que superar respecto a otros esquiadores «es el frío, porque nuestra psicología es propicia para el esquí». Mientras, supera como puede las semanas lejos de su mujer y su bebé.
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