En la sala de prensa de la Villa, Rafa Martínez, pequeño, cuadrado, está como si nada, bromeando, jugando, posando. Cómo si en unas horas no fuera a tomar parte en la final individual de gimnasia, que decidirá el mejor gimnasta del mundo. Será mañana miércoles, a las once de la mañana. Él, por lo que parece, anda fino: "Estoy como Dios", bromea.

¿Por qué ejercicio empieza?

Potro. Esa puede ser una de las claves porque es el que más precisión necesita. Si empiezo bien por ahí, puedo optar a algo importante. Si fallo, se acabó. Terminaré en suelo.

¿El aparato que menos le gusta?

Quizás la barra fija, pero también allí hice uno de mis mejores ejercicios.

¿El oro es de Yang Wei?

No, pero vamos, en la clasificación quedó primero en casi todo. El tío es una máquina, pero puede fallar.

¿Y el resto del podio?

Pues esta el alemán Hambuchen y luego hay un número de gimnastas entre los que estoy yo. Si todos los ejercicios me salen bien, puedo aspirar a medalla.

¿Sigue pensando en que hubo tongo el otro día, cuando le dejaron fuera de la final de suelo?

Sí, está claro. No querían dos españoles en el mismo aparato. Los jueces me cogieron la matrícula.

¿Suele pasar?

Está claro que si un juez quiere fastidiarte y dejarte fuera de algún aparato, puede hacerlo perfectamente. No hay más que ver las notas que nos dieron a Gervasio y a mí, que nos pusieron en otra subdivisión. En la gimnasia, los jueces cuentan mucho.

¿Le afectará mentalmente ese episodio?

No, que va. Si yo lo hago bien, lo hago bien, y estaré satisfecho, independientemente de los jueces.

¿Se está cuidando mucho en la Villa?

No, como siempre.

¿Alguna dieta especial?

Nada de nada. Mira, hoy me he comido una pizza y luego he entrenado de maravilla.

Las leyendas urbanas sobre la actividad sexual en la villa son ciertas...

De momento no lo sé. Te lo diré cuando termine de competir, jeje.

¿Le ha pedido algún autógrafo a un deportista?

No, yo paso de eso. Todos somos iguales.

¿Con qué volvería satisfecho a España?

Con una medalla.