En casa del ganador de la séptima etapa del Tour 2008 hay una costumbre: que todos los varones porten como nombre el de uno de los abuelos. Y por eso Luis, el ciclista, es León. Y Pedro, el medio del Levante, también es León. Y el fallecido León, era León. La saga de los León. El nombre del abuelo que no pudo conocer a sus nietos.

Luisle, como le conocen muchos en el pelotón (Valverde, compañero de entrenamientos por tierras murcianas, le llama Leoni), comenzó en el ciclismo con cinco años. Su padre, León, Guardia Civil, recurrió a la bicicleta para solventar unos problemas físicos. Destinado al País Vasco, el padre fue atropellado en circunstancias poco claras -"Lo de mi padre no fue un atentado, no se sabe bien", comentaba Luis León en la revista Pedalier- y el médico le recomendó ejercicio para evitar quedar cojo. Recurrió a la bicicleta.

A la vez que compró su bici, adquirió otras para el fallecido León y el pequeño Luis. Excursiones de pocos kilómetros, juego de niños. Competiciones clandestinas... "En vez de jugar con una pelota, pues lo hacía con una bicicleta", señala. La forja de los campeones.

Y acabó apuntándose a la Escuela Ciclista Muleña, de Mula (Murcia) y ya no dejó de dar saltos, de crecer delante del televisor viendo los Tour de Francia de Miguel Induráin. León, su hermano mayor, era su amigo y también había llegado a la competición con él. Lo dejó pronto. Y después un accidente en quad le costó la vida en enero de 2006. Fue un palo para Luis, que también se encontró con que la operación Puerto le dejaba sin equipo al poco de entrar en el profesionalismo en el Liberty Seguros.

Encontró estabilidad en el Caisse d'Epargne, alejado de su amigo Alberto Contador y manteniendo su enorme respeto a los aviones. Y comenzó a sumar triunfos. Cada victoria es un reconocimiento a la memoria de León, un recuerdo que también mantienen organizando una marcha de bicicleta de montaña anual.