Ha crecido, pero muy poco. Hemos jugado partidos importantes con la selección, y no ha venido a vernos al campo ni el gato.

 

 

Me imagino que será por falta de tradición. Hace años, en España ni se conocía la existencia del fútbol femenino.

 

 

En este aspecto, sí. En algunos campos todavía tenemos que escuchar insultos por el hecho de ser mujer.

 

 

A los cuatro años me fui a vivir a Vilassar, y como mi padre se apuntó al equipo de veteranos, yo también empecé con los más pequeños.

 

 

Son bastante majos, y nos hemos hecho fotos con casi todos, pero por culpa suya, tuvimos que cambiar de hotel.

 

 

Llevábamos concentradas doce días en el hotel y nos hacía ilusión coincidir con ellos, pero cuando llegaron, la Federación nos obligó a cambiar de alojamiento.

 

 

Está claro que en un partido nos darían cien mil vueltas, pero sí es cierto que técnicamente hay chicas que son muy buenas.

 

 

Claro, seguro que le ganaría. Tengo que quedar bien, ¿no?

 

 

Nosotras, que somos la selección absoluta, cobramos menos que la sub-17 masculina.

 

 

En España, sí. Algunas jugadoras pueden llegar, como mucho, a fin de mes, y tienes que tener otro trabajo para asegurarte un futuro digno.

 

 

Estoy estudiando segundo de bachillerato, pero con los entrenamientos y las convocatorias internacionales, casi no puedo ir a clase.

 

 

Una película. El diario de Noa.

 

Un libro. La sombra del viento.

 

Un color. El amarillo.

 

Un número. El 20.

 

Un plato. Me gusta prácticamente todo.

 

Una bebida. Coca-cola. 

 

Un sueño. Ganar el Mundial con la selección.

 

Una ciudad. Barcelona.

 

Unas vacaciones. Un crucero.

 

 

Tiene 19 años y nació en Teruel, aunque desde los cuatro vive en Vilassar, cerca de Barcelona. Le gusta el mar, el cine y tiene su propia página web (www.adrianamartin.com), en la que habla de su vida y de los partidos. «Hace tiempo que no la actualizo. Aún está con los colores del Barça, donde jugaba antes de ir al Espanyol».