Boxeo: la soledad de un deporte que no está en su mejor momento

Púgiles entrenan en el gimnasio barcelonés Gallego Prada.
Púgiles entrenan en el gimnasio barcelonés Gallego Prada.
HUGO FERNÁNDEZ
Púgiles entrenan en el gimnasio barcelonés Gallego Prada.

Corre 1999, bonanza económica en España. En septiembre, Petr Petrov (Petia) llega a Madrid desde Rusia. No habla una palabra de español. Tiene 16 años y quiere ser boxeador.

Años después, Petrov es el mejor peso ligero de España. El año pasado, frustrado por no conseguir peleas que lo acerquen a un título mundial, rompió la hucha y salió fuera: este país, que nunca lo hizo sentir extranjero, tiene un techo muy bajo para sus aspiraciones deportivas.

“En España ya no tenía nada que hacer, me quedé sin rivales -nos cuenta-. Hablé con una periodista rusa, Anna Dragost, que trabaja en Estados Unidos. Estaba buscando un boxeador que llegara al país a intentar triunfar para grabar un reality”.

Un día antes de salir, Anna le dijo que no iba a poder hacerse: había perdido los patrocinadores. “Ya me había mandado el billete. Entonces le dije que si el billete estaba pagado y no lo podía devolver, lo iba a usar igual. Me dijo: ‘Vale, vente e intentamos hacer algo’. Y me fui”, rememora.

Sin nada concreto, Petia llegó a Hollywood

Allí está el gimnasio de Freddie Roach, uno de los preparadores más prestigiosos del mundo, que entrena a tipos que no suben al ring sin embolsarse cantidades de ocho cifras en dólares. Pero el brillo de Hollywood no estaba en la habitación que alquiló: “Tenía cucarachas más grandes que yo (risas), no tenía cocina, no tenía nada... Anna me trajo un sofá para dormir, me puso una nevera y un fuego eléctrico para cocinar”. Para entrenar en el gimnasio de Roach, pagó la cuota mensual de 25 dólares que abonan los profesionales. Además de boxear, tenía que hacer relaciones públicas, sin hablar inglés. Lo ayudó que hubiera muchos mexicanos.

“Ahí estuve tres o cuatro semanas, aunque también iba a otros gimnasios a hacer sparring, para que me vieran”, explica. Nadie le hacía caso. Mientras Anna grababa todo para intentar colocarlo en una televisión rusa, lo llevó a la promotora Thompson Promotions y le presentó a Alex Camponovo, su presidente, quien buscaba urgentemente un rival para Mickey Bey, de la promotora de Floyd Mayweather Jr. (el deportista mejor pagado del planeta en 2014, según Forbes). Se la ofreció: era televisado en Showtime (una de las principales cadenas estadounidenses en boxeo y series; la competidora de HBO).

“Ofrecían unos 7.000 dólares y conseguimos que subieran a 10.000. Eso es muy poco, sobre todo cuando buscan rival en poco tiempo y con velada por Showtime y en primetime, pero a mí me gustaba que fuera televisada y que fuera un rival conocido: dije que sí”, y Petia sonríe.

Necesitaba un entrenador. Camponovo le recomendó a Danny Zamora, un hijo de mexicanos que había sacado un campeón mundial. Preparó la pelea con él.

Dos meses después, y una semana antes del combate (diciembre de 2013), su entrenador recibe otra llamada: “Oye, que Mickey Bey pelea con otro”.

“Imagínate -Petia abre los ojos-. Yo tenía que volver a España esa semana, perdí el vuelo por aceptar la pelea, no tenía dinero y había terminado el mes de alquiler”. Además, el rival que le pusieron a Bey era el venezolano Carlos Cárdenas, a quien el mismo Petrov había vencido en 2008 en España. Su sueño americano se desmoronaba.

Como en las pelis, al momento de subir al avión, le llama Camponovo: “No te disgustes, pero voy a tratar de meterte en un torneo muy bueno, ¿estarías dispuesto?”, preguntó el promotor. “Me vine a España pensando en volver”, dice Petrov.

Tras pasar las Fiestas en Madrid, en enero volvió a Los Ángeles para preparar la primera pelea. Zamora lo llevó a vivir a casa de su madre, junto a sus dos hermanos, un sobrino y dos boxeadores colombianos.

En el torneo, televisado por ESPN en directo para todo el mundo, venció a finales de febrero al invicto ruso Fedor Papazov; un mes después ganó por K. O. técnico al local Chris Rudd (que solo había perdido una pelea); y a finales de mayo noqueó, en la final, al mexicano Fernando Carcamo. Así, arriesgando sus magros ahorros, relanzó su carrera.

Firmó un contrato de cinco años con Ban-ner Promotions, y ahora espera que le consigan peleas que lo acerquen al Mundial, tras quedar cinco del mundo de la AMB y ocho de la OMB (dos de las cuatro asociaciones que rigen el deporte).

La marca registrada de Petrov

La marca registrada de Petrov en España era una boina de chulapo en honor a la vallecana Asociación Castiza de Rompe y Rasga, que tiene una peña con su nombre. Si hay un ambiente en España que integra a los inmigrantes, ese es el boxeo.

Inmigrante fue uno de los mejores boxeadores españoles de todos los tiempos, ídolo de masas a finales de los 60 y principios de los 70: José Legrá. Llegó de Cuba en 1963 y meses después recibía la nacionalidad española para representar al país.

El brillo de Legrá, de técnica refinada, coincidió con la época dorada del boxeo español, cuando este deporte era, después del fútbol y los toros, el espectáculo más seguido del país.

Manolo del Río, entrenador del mítico Pedro Carrasco, a sus 82 años sigue yendo todos los días a preparar a jóvenes al gimnasio del Rayo Vallecano. Evoca con nostalgia esos años: “Se llenaban los estadios”. Recuerda que Carrasco, en su primera pelea por el Campeonato de Europa (1967), convocó a más de 20.000 personas en la plaza de toros de Madrid.

“Antes se peleaba todo el tiempo, ahora pelean cada varios meses, nadie apuesta por el boxeo y los chicos se desesperan; es mucho sacrificio. Si no hay combates, se terminan yendo”, se lamenta quien también fuera entrenador de José Manuel Urtain, uno de los boxeadores más taquilleros de la historia española. “España era una de las mejores plazas del boxeo de Europa. Ahora no viene nadie. Esto está muerto, y tenemos a las televisiones y a la prensa en contra”, dice Manolo mientras reparte indicaciones a los jóvenes en el gimnasio.

Los maravillosos años 70

En esa década de los 70, cénit de un boxeo  español que llegó a tener dos campeones del mundo a la vez (José Durán y Miguel Velázquez), los boxeadores eran estrellas. Y había más peleas: por ejemplo, Legrá acabó con 133 victorias (50 K. O.), 11 derrotas y 4 nulos. Su popularidad lo llevó a actuar en la película Cuadrilátero (Eloy de la Iglesia, 1970). Carrasco protagonizó El marino de los puños de oro en 1968, tres años antes de proclamarse campeón del mundo y ocho antes de su boda con la folclórica Rocío Jurado.

Hoy, España tiene un campeón del mundo. El madrileño Gabriel Campillo, que fue campeón del mundo en 2009 en semipesado, conoce bien esa sensación: “Si no estás en televisión, es como si no existieras de cara al gran público. Hay una especie de tabú con el boxeo en España, una especie de veto que no sé por qué ni quién lo hace”.

Ricardo Sánchez Atocha -entrenador y promotor que manejó las carreras de campeones mundiales como Javier Castillejo, el argentino Sergio Maravilla Martínez y el propio Campillo- es uno de los hombres más experimentados en el boxeo español. Pero tampoco sabe qué pasa. “La gente no conoce a ningún boxeador. No hay ninguna información. Y no sé por qué. Porque realmente en contra en contra del boxeo no hay nada. Pero no hay información en las noticias, ni cuando hay un campeón mundial. Entonces, la gente no sabe nada”, se lamenta.

Esto se traduce en que, hoy, un Campeonato de España paga poco más de 2.000 euros. ¿Cómo sobrevive un boxeador? “Tienes que conseguir un Campeonato del Mundo. Ni siquiera uno de Europa; las bolsas europeas están muy devaluadas”, explica José Valenciano, uno de los entrenadores más importantes del panorama nacional, desde su centro deportivo en el madrileño barrio de Argüelles, donde se imparten 13 clases diarias de boxeo. “Los entrenadores tampoco podemos dedicarnos de manera profesional -nos explica-. Igual que los boxeadores, tenemos que tener un trabajo para mantenernos. La mayoría de los preparadores tienen su centro deportivo, del cual viven. Y luego, por amor al deporte, tienen un grupo de chicos a los que van proyectando según las posibilidades”.

¿El boxeo nació en España?

La leyenda dice que el boxeo nace en España a finales del siglo XIX, a través de un marinero de Mahón que en un barco inglés conoció el boxeo y transmitió esos conocimientos para que la disciplina se extendiera por Barcelona, Valencia y Madrid, cuenta Julio González, delegado insular en Ibiza de la Federación Española y uno de los hombres que más sabe de la historia del boxeo español.

En 1904, un profesor francés, el maestro Vidal, monta un gimnasio y organiza las primeras veladas en Barcelona. El deporte se oficializa en 1920, con la creación de una Federación Española.

En las décadas de los 20 y los 30, el boxeo arrastra multitudes. Eran habituales las veladas con una concurrencia de cinco cifras, tanto en Madrid como en Barcelona. En 1930, por ejemplo, unas 90.000 personas colmaron el barcelonés estadio de Montjuïc para ver la pelea entre el vasco Paulino Uzcudun y el italiano Primo Carnera.

Tras la Guerra Civil, en los años 40, aparece en Barcelona Luis Romero, que llega a disputar un Título Mundial en Sudáfrica. No gana, pero hace muy popular otra vez al boxeo a través de sus 182 peleas.

En los años 50 hay un parón, pero en los 60 el boxeo se revitaliza con la aparición de Fred Galiana (otro que se animó con el celuloide) y Manolo García, dos que incluso emigraron unos años a Argentina, donde había un mercado pugilístico fuerte.

Cuando el boxeo en España cae en el pozo

Tras la década dorada de los 70, el boxeo entra en España en un pozo, del cual, aunque puntualmente asomará la cabeza, no ha logrado salir. La tele y la prensa comienzan a darle la espalda.  “Cuando entra el Gobierno socialista, que está en contra del boxeo profesional, suprimen el Palacio de los Deportes de Madrid, se cierra en la televisión”, explica González.

Un diario que fue un emblema de la Transición, El País, refleja en su libro de estilo que no publicará noticias de boxeo, salvo las negativas para este deporte. TVE dejó de retransmitir boxeo, aunque lo hiciera brevemente durante el mandato de Pilar Miró (1986-1989). “El parón de los 80 enfrió la afición. Desapareció el viejo aficionado que había visto el boxeo triunfante de los 70”, dice González.

Hasta que llegó Poli Díaz. El Potro de Vallecas volvió a llenar el madrileño Palacio de los Deportes que, ocasionalmente, volvió a lucir como en los 70. Pero duró poco: el nuevo ídolo distaba de ser un deportista ejemplar. Aunque llegó a disputar un título del mundo, su estrella se apagó rápido.

Luego llegó Castillejo, acompañado de televisiones privadas, que volvían a emitir boxeo en directo. “Yo tuve suerte, estuve en Vía Digital, Canal Satélite, Canal Plus, Telecinco... Sin televisión es imposible organizar veladas importantes”, cuenta, desde su escuela de boxeo de Parla (Madrid), el español más laureado de la historia, que ganó su primer título mundial en 1999 en una velada televisada desde una Cubierta de Leganés, en Madrid, repleta. Pero eso también duró poco.

Miguel de Pablos, socio de la promotora Maravilla Box junto a la estrella internacional Maravilla Martínez (otro inmigrante que relanzó su carrera en España tras la crisis argentina de 2001), señala que todo es cuestión de que los conozcan. “La gente del boxeo tenemos una ‘pequeña mala imagen’ que nos han colocado. Creen que somos un submundo, pero invito a cualquier directivo de televisión a que, simplemente, se siente con nosotros, que pueda ver que somos igual de empresarios que ellos, solo que el producto que vendemos es el boxeo”, dice.

Maravilla Box maneja las carreras de doce boxeadores en España y tiene relaciones comerciales en Estados Unidos, Panamá, México y Argentina. Consiguió que uno de sus boxeadores, el alicantino Kiko Martínez, disputara -y ganara- el año pasado el Título Mundial de Supergallo en Estados Unidos. Sin embargo, ninguna televisión retransmitió en abierto las dos defensas que hizo hasta el momento.

El propio Kiko, único campeón mundial español en 2014, se queja de la situación: “Estamos marginados, pero tenemos que seguir trabajando con ilusión y demostrar que somos gente trabajadora, no macarras. Algunos boxeadores han hecho cosas en el pasado que hundieron nuestra imagen, pero los de hoy en día somos deportistas de élite: entrenamos mucho, no salimos, programamos todo para ser campeones, porque nadie te regala nada, y menos en este país, donde no tenemos ayudas por ningún lado”. Y hace un guiño a los medios: “Tienen que entrevistarnos, llevarnos a la tele, para que nos vayan conociendo. Si los medios no apuestan por nosotros, es difícil”.

“¡La gente no conoce ni a Castillejo! ¡Lo conocen por la isla esa de la televisión (Aventura en África) o con el concurso este del salto (¡Mira quién salta!)”, dice Manolo del Río. Castillejo lo reconoce: “La sociedad es así. Entras en un reality, en donde la gente te está viendo constantemente, y eres más conocido por saltar por un trampolín que por boxear: la gente no te ha visto boxear porque no hay televisión”.

La gran paradoja de este deporte

El boxeo español vive una gran paradoja: los  profesionales no pueden desarrollar su carrera por falta de medios económicos, pero los gimnasios se llenan cada vez más de practicantes. Javier Gallego, de la promotora Gallego Prada, cuenta que, en Barcelona, las mayores cadenas de gimnasios tienen boxeo, con muchísimos clientes: “Si lo ves desde el exterior, te puede parecer un deporte de gamberros, pero en cuanto lo practicas te das cuenta de que no, que es una etiqueta”.

José Valenciano sostiene que la gran cantidad de practicantes de los últimos años echa por tierra la imagen de ‘deporte de macarras’: “Es la prueba evidente de que el mundo del boxeo no es de macarras: ahí veo un actor, esta chica hace telecomunicaciones, esta es médico... Hay gente de todos los rangos, estratos culturales y de todo tipo practicando boxeo como ejercicio. Está comprobado que el boxeo te pone físicamente muy en forma, mentalmente es muy exigente, y tiene todas las cualidades que un deporte pueda tener. Es muy completo. Eso la gente lo ha descubierto y la práctica es bastante masiva”.

Castillejo, el campeón,  no echa balones fuera a la hora de ver por qué el boxeo no recupera el crédito perdido: “Al boxeo se lo carga la gente que está dentro: managers, promotores, gente que hace daño al boxeo”. Protesta contra los que se quejan de que no reciben ayudas ni hallan anunciantes: “Si yo invierto y pierdo, es mi problema, eso es el negocio. Lo que está mal es que te roben, que tú te partas la boca y yo te robe. Yo podría haber ganado mucho más dinero del que gané. Me tendría que haber ido a EE UU a hacer carrera... Se lo he dicho a Petrov muchas veces: te tendrías que haber ido antes. Pero, mira, le ha salido bien. Ahora ya toca empezar a subir, y a ver si hay suerte”, dice el mayor triunfador de los 13 campeones del mundo que ha dado España.

Una controversia centenaria

Aunque es uno de los deportes más antiguos su práctica siempre ha estado rodeada de polémica. Sus detractores inciden en la imagen negativa de dos personas peleando a golpes y en las secuelas que estos pueden provocar a los contendientes. Sus defensores admiten que es peligroso, pero matizan.

“El boxeo tiene riesgos, pero otros deportes tienen más muertos, como el motociclismo, el automovilismo, el ciclismo, el montañismo... Aunque la reacción de medios y políticos a los accidentes del boxeo es diferente a la que tendrían con esos deportes. Por eso siempre nos han puesto limitaciones. Es un deporte en el que dos personas se pelean, pero con una reglas”, asegura Julio González. Por su parte, Manolo Del Río comenta: “He tenido miles de chicos y no he tenido ningún accidente. Hay deportes con muchos más accidentes que el boxeo”.

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