La velocidad del Arsenal y la calidad de Henry llevaron por el camino de la amargura a un Villarreal que nunca se encontró cómodo y que sufrió uno de los arbitrajes más caseros de la presente Champions.
El colegiado austríaco Konrad Plautz omitió un penalti clarísimo sobre Jose Mari y mostró varias tarjetas a destiempo a los castellonenses.
El equipo amarillo se vio obligado a jugar como no sabe: corriendo detrás del balón.
La incapacidad para enlazar cinco pases seguidos era el fiel reflejo de la presión londinense, un lastre demasiado pesado para un conjunto que vive por y para tener la pelota.
Riquelme, desactivado
No era la noche del Villarreal. Riquelme, siempre rodeado por Gilberto y Cesc, anduvo demasiado lento y sólo creó peligro a balón parado en la primera mitad, mientras que Forlán fue un islote desaparecido en el área londinense.
Atrás, Arruabarrena y Javi Venta sufrieron más de la cuenta con las internadas de Ljunberg, Hleb y Henry, que entraban hasta la cocina y ponían el pase de la muerte una y otra vez sin éxito.
El marcador no fue a más gracias a la actuación de la pareja de centrales formada por Quique Álvarez y Arzo, soberbios al corte y atentísimos en más de una ocasión bajo palos.
Los de Wenger fueron mejores y merecieron algún gol más, pero no pudieron dar la puntilla a un Villarreal que se aferra con uñas y dientes a la posibilidad de estar en París.
Y para llegar hay que saber sufrir. Los noventa minutos del Madrigal dan un margen para soñar.
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