Lance Armstrong, con sus siete Tour de Francia, ha establecido una marca difícil de batir. Pero ese registro tuvo su punto de partida en España, en la Vuelta, en cuya edición de 1998 participó y acabó cuarto en la general final.
Allí Lance, el mismo que regresaba al ciclismo en mayo de ese mismo año tras superar un cáncer, se dio cuenta de que podía vencer una gran vuelta por etapas de la misma forma que venció a la enfermedad.
El estadounidense, dorsal 201, se reencontró a sí mismo en una Vuelta en la que se quedó a seis segundos del tercer cajón del podio que ocupó el Chaba Jiménez.
Tampoco ganó ninguna etapa, pero sí se dejó ver en varias. Tras rodar agazapado en las primeras jornadas, acabó cuarto en el terrible Xorret de Catí, un terrorífico puerto de Alicante, tras José María Jiménez, Roberto Heras y Laurent Jalabert. Era la sexta etapa.
Pinchazo y remontada
En la crono de Alcudia, novena etapa, Lance marcó el sexto mejor tiempo en meta. Abraham Olano, por su parte, imponía su ley y se acercaba a su gran triunfo en una gran ronda.
En Pal pasó un mal día y perdió casi dos minutos y medio en meta. Otros 45 cedió al día siguiente en Cerler. Pero después se recuperó.
En Las Lagunas de Neila, el siguiente día importante, fue undécimo en meta. Seguía perdiendo tiempo con los escaladores, pero en menor medida que en Pirineos En Segovia, el día que se coronó Roberto Heras como futuro ganador de la carrera, volvió a ser undécimo.
En Navacerrada, vigésima etapa, acabó quinto tras todos los escaladores. En la crono de Fuenlabrada del día siguiente acabó tercero, tras un doble ganador de la Vuelta como Zülle y Olano el ganador final. Y rozó el podio, un podio en el que hubiera sido muy prestigioso tener inscrito su nombre.
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