El vizcaíno Alex Txikon, a un paso de escalar el Everest de la forma más difícil posible

  • El alpinista vasco pretende ser el primero en coronar el techo del mundo sin oxígeno y en una expedición completamente invernal.
  • El viernes abandonó el campo base del Everest para atacar la cumbre esta semana.
  • Lleva un mes preparando el terreno, con algún susto: "Me quedé encajado en una grieta en la que no se veía el fondo".
El alpinista Alex Txikon, en su reto de escalar el Everest en invierno y sin oxígeno.
El alpinista Alex Txikon, en su reto de escalar el Everest en invierno y sin oxígeno.
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El alpinista Alex Txikon, en su reto de escalar el Everest en invierno y sin oxígeno.

Ser el primer ser humano en coronar la cumbre del Everest (8.848 m) en una expedición completamente invernal y sin la ayuda de botellas de oxígeno.

Ese es el reto que persigue el alpinista vizcaíno Alex Txikon, que el viernes salió del campo base de la montaña más alta del mundo para atacar la cumbre.

«Según el último parte meteorológico, entre martes y sábado esperamos una ventana de buen tiempo con unas condiciones óptimas y vamos a intentar hacer cumbre. Solo haremos un intento, pero ya tenemos todos los trabajos hechos en los campos II, III y IV y tendremos alguna oportunidad seguro», explicaba antes de abandonar la base.

Txikon lleva un mes preparando el terreno para la ascensión final: colocando cuerdas, clavos y asegurando los pasos más complicados. Ese imprescindible trabajo previo no ha sido sencillo.

Su compañero de expedición, el madrileño Carlos Rubio, tuvo que ser evacuado en helicóptero tras equipar el campo III, a 7.400 metros de altura, porque al regresar al campo II (6.400 m) se sintió indispuesto por un proceso inflamatorio pulmonar, el temido mal de altura.

Ya se encuentra recuperado en España, pero pasó unos días ingresado en un hospital de Katmandú (Nepal).

El propio Alex también sufrió algún que otro percance. «Tuve suerte porque me quedé encajado con la mochila en una grieta en la que no se veía el fondo y Pemba, uno de los sherpas, me echó un capote. ¡Si me llego a caer por ese agujero ahora no estaríamos hablando!», recordaba entre risas a través del teléfono satelital.

Susto aparte, Txikon dijo encontrarse «bien de fuerzas» a pesar de las gélidas temperaturas: «A partir del campo III tenemos menos de 40 grados bajo cero y con las fuertes rachas de viento la sensación térmica llega a -60 ºC».

Pero este especialista en ascensiones invernales, que ya coronó el Nanga Parbat (8.125 m) en febrero del año pasado, no se deja intimidar fácilmente. «Pasé más frío en el Nanga Parbat y en otras expediciones invernales en Pakistán, allí el invierno es más crudo. Aquí tenemos más horas de sol y la verdad es que el invierno del Everest está siendo más 'livianico' de lo que me esperaba», bromeaba, pese a pasar las noches a una temperatura de -20 grados dentro del saco de dormir.

Y de día la cosa no mejora demasiado: «Para beber agua tenemos que picar hielo y fundirlo en fogones, la comida también está congelada, salir a mear es complicado... todo aquí es muy laborioso».

El Everest para él solo

«Yo me siento más a gusto en invierno, la montaña está más bonita y hay menos gente». No le falta razón porque ahora está solo en el Everest junto a su equipo de sherpas (solo los dos más experimentados le acompañarán a la cumbre), y dos cámaras que se quedan en el campo base. Nadie más. Nada que ver con la masificación veraniega, que el pasado julio llegó a contar hasta 179 cumbres en un mismo día. Una locura.

Txikon es también un alpinista peculiar porque al contrario que el 99% de los que suben al Everest, realiza el mismo trabajo que sus sherpas y él mismo se encarga de portear el material y montar lo que haga falta.

Incluso a veces descansa menos que sus socios nepalís, lo que le ha valido que estos le llamen «superhombre», un apodo del que reniega: «No me considero superhombre. De hecho, soy un cobarde. Al bajar del campo IV tardé 24 horas en quitarme los calcetines porque no me atrevía. Me dolían tanto los pies que me aterraba pensar que podía sufrir alguna congelación en los dedos».

Al prescindir de oxígeno enlatado, que aporta calor al cuerpo, la sensación de frío se agrava y también la dificultad del reto, sobre todo por encima de los 7.500 metros, la considerada zona de muerte porque a esa altitud la falta de oxígeno puede resultar letal: «La idea es bajar cuanto antes después de hacer cumbre, pero habrá que ver cómo nos encontramos de fuerzas. Igual quieres bajar hasta el campo II, pero estás cansado y no puedes».

Expediciones invernales al Everest

De las casi 8.000 expediciones al Everest a lo largo de la historia, solo unas 200 se han hecho sin oxígeno y apenas un 1% en invierno. Estas son las principales ascensiones invernales al techo del mundo:

17 de febrero de 1980. Los polacos Krzysztof Wielicki y Leszek Cichy son los primeros en coronar el Everest en invierno, con ayuda de oxígeno embotellado.

27 de diciembre 1982. El japonés Yasuo Kato fue el primero en ascender en invierno y en solitario, con ayuda de oxígeno, pero murió de frío durante el descenso. Este alpinista también lo había coronado antes en otoño y primavera.

22 de diciembre 1987. El sherpa Ang Rita alcanzó la cumbre sin oxígeno, ayudando a un alpinista coreano, un día después del solsticio de invierno. Aunque podría ser considerada la primera y única ascensión invernal sin oxígeno, los puristas la ponen en duda porque toda la expedición se hizo en otoño.

22 de diciembre de 1993. Última ascensión invernal al Everest hasta la fecha. La completó una expedición japonesa, con ayuda de botellas de oxígeno.

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