Cambridge expone manuscritos iluminados medievales que refutan clichés sobre su beatería

  • El museo Fitzwilliam de la universidad inglesa muestra 150 deslumbrantes tesoros de la ilustración y la edición medievales de entre los siglos X y XVI.
  • Los expertos proponen dejar de considerar a los manuscritos iluminados como meras obras religiosas porque se trata de piezas del mejor arte de la época.
  • La 'creencia popular' de que los monjes eran los únicos autores es falsa: desde el siglo XI hubo escribas y dibujantes profesionales ajenos al clero.
  • 'Illuminated': exposición en línea con manuscritos en alta resolución.
Dibujo de una de las páginas de la obra enciclopédica 'Livre des propriétés des choses', de 1414
Dibujo de una de las páginas de la obra enciclopédica 'Livre des propriétés des choses', de 1414
© The Fitzwilliam Museum, Cambridge
Dibujo de una de las páginas de la obra enciclopédica 'Livre des propriétés des choses', de 1414

A menudo arrinconados por los historiadores del Arte como piezas artesanales dedicadas a fomentar la beatería, difundir el dogma religioso y ocupar el tiempo de monjes retirados del mundo en conventos de clausura, los manuscritos iluminados deben ser colocados en plano de igualdad con el mejor arte europeo de su tiempo. Eso piensan en uno de los centros de referencia mundial en el área, el Museo Fitzwilliam de la Universidad de Cambridge.

Los 150 deslumbrantes manuscritos que se pueden ver en la exposición COLOUR: The Art and Science of Illuminated Manuscripts (Color: el arte y la ciencia de los manuscritos iluminados) están entre las grandes joyas mundiales del género. Ninguno de ellos puede abandonar el museo por su extrema delicadeza y la muestra, de entrada gratuita y en cartel hasta el 30 de diciembre, es una oportunidad única para apreciarlos.

Doscientos años del museo

El evento, que sirve para celebrar el bicentenario de la pinacoteca, fundada precisamente con una cesión en 1816 del vizconde Richard FitzWilliam, un gran coleccionista de manuscritos medievales, está montado con tanto primor y cuidado por el detalle como es habitual en las actividades de la pinacoteca universitaria.

Toda la documentación de la exposición —contexto histórico, origen y análisis artístico de las obras— está disponible en la web, donde además han lanzado el site interactivo Illuminated, que permite el acceso a 16 manuscritos; la inspección en alta resolución de las ilustraciones; la ampliación de detalles; la consulta de un amplio material sobre autores, temas y contenidos, y el examen con infrarrojos de los bocetos secretos ocultos tras algunas obras.

'Ciertos clichés erróneos'

La intención de los organizadores no es solamente abrir las puertas a un viaje a través del tiempo, con paradas en los principales centros artísticos de la Europa medieval y renacentista —las obras van de los siglos X al XVI—, sino demostrar que los manuscritos iluminados eran productos bastante más complejos en temarios y excelentes en ejecución de lo que mantienen "ciertos clichés erróneos".

La principal "creencia popular" falsa que desmonta la exposición es la que sostiene que los manuscritos iluminados eran obras exclusivas de monjes. Desde el siglo XI hay constancia del trabajo en varios países europeos de escribas y dibujantes profesionales que recibían encargos de la nobleza o las familias acaudaladas para componer obras sobre temas que podían tener relación con lo religioso, pero también con temario secular de índole mundana.

Los iluminadores profesionales viajaban con frecuencia y eran "bastante menos anónimos de lo que el público cree". A veces tenían relación con la iglesia —no sólo monjes, sino también monjas y frailes se dedicaban al oficio—, pero en otras ocasiones eran seglares, trabajaban en equipo y no establecían diferencia de sexo a la hora de afrontar un trabajo.

Una enciclopedia de 1414

La exposición contiene desde un tratado de alquimia hasta un abecedario infantil pagado por una duquesa como regalo de cumpleaños para una de sus hijas, pasando por una biografía de Carlomagno datada en 1641 en Florencia.

Otros de los tesoros que se muestran al público por primera vez es como el Salterio Macclesfield, de entre 1330 y 1340, y una enciclopedia medieval culminada en París en torno a 1414 por encargo del Duque de Saboya, el llamado Livre des propriétés des choses, un ejemplar suntuoso traducido del inglés por Jean Corbechon, el capellán del rey Carlos V de Francia.

'Rastrear' a los iluminadores

Los expertos del museo han tardado cuatro años en culminar un detallado análisis científico, con tecnologías de vanguardia y no invasivas —hay detalles en la web dedicada al proyecto de investigación, en el que colaboran otras universidades e instituciones culturales—, para "rastrear el proceso creativo de los iluminadores" y analizar los pigmentos, pinturas y técnicas que aplicaban en las obras.

El examen científico ha revelado que los iluminadores hacían uso de materiales que siempre se habían asociado con la pintura, como la yema de huevo, que era un buen aglutinante y cuya presencia en los manuscritos nunca había sido detectada. Otros hallazgos incluyen el primer ejemplo de uso de esmalte en un libro: se trata de vidrio azul molido encontrado en un ejemplar datado en 1420 en Venecia, lo cual hace suponer a los expertos una relación entre el artista y los cercanos talleres de cristal de Murano.

Iluminadores y pintores también

Otras "teorías erróneas" que se han mantenido durante siglos han sido desacreditadas por los análisis del Fitzwilliams, entre ellas el "mito" de que los iluminadores sólo usaban pigmentos puros y que rehuían las mezclas de resinas. La realidad es la contraria, sobre todo a partir del siglo XI, cuando las combinaciones de pigmentos empiezan a ser "cada vez más complejas". Según los investigadores "no había una distinción rígida entre la pintura y la iluminación de manuscritos", entre otras razones porque los artistas "trabajaban muy a menudo en ambos medios".

Los análisis de los bocetos situados por debajo de las superficies pintadas ofrecieron alguna sorpresa: un libro de oraciones francés de en torno a 1430 fue modificado varias veces durante tres generaciones para "reflejar las circunstancias personales y ansiedades dinásticas" de varias aristócratas; en un libro encargado por la reina francesa Ana de Bretaña, Adán y Eva fueron presentados originalmente desnudos, pero un propietario posterior ofendido encargó tapar los genitales de los personajes con piezas de tela.

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