ROSALÍA LLORET. PERIODISTA Y EXPERTA DIGITAL
OPINIÓN

Los robots exigen sus derechos

Rosalía Lloret, periodista.
Rosalía Lloret, periodista.
JORGE PARÍS
Rosalía Lloret, periodista.

Amazon todavía no ha lanzado la versión en español de su popular asistente de voz Alexa, que responde a todo tipo de peticiones de los usuarios desde el dispositivo Amazon Echo (una especie de cilindro negro con altavoces, micrófonos y conexión a internet diseñado para su uso en el hogar). Pero en los menos de dos años que lleva atendiendo a los usuarios estadounidenses, Alexa ya se ha metido en algunos cuantos 'jardines' legales.

Hace solo unos meses, escribía en este mismo periódico sobre las dudas para la privacidad que se suscitaron en EE UU cuando la policía de Arkansas exigió a Amazon acceder a las grabaciones de voz del dispositivo Echo situado en la casa de James Bates, sospechoso de un asesinato en su propio domicilio. El terminal de Amazon graba siempre unos segundos de la voz -o del sonido ambiente- que se produce después de haber sido 'despertado' con la orden "¡Hey, Alexa!" para poder luego enviar a Internet la petición del usuario subsiguiente ("dime el tiempo en Chicago", "pídeme una pizza Margarita en Domino's" o "dame las noticias de San Diego", por ejemplo) y procesarla adecuadamente.

Lógicamente preocupada con el miedo que se estaba generando entre los -actuales y potenciales- usuarios del Amazon Echo ante esta amenaza a su privacidad, la compañía de Jeff Bezos recurrió la petición de la policía hace solo unas semanas con un escrito que -para sorpresa de muchos- solicitaba para Alexa ni más ni menos que la protección de la Primera Enmienda de la Constitución americana: la que garantiza la libertad de expresión. ¿Tienen los robots derechos fundamentales?

Para ser precisos, el recurso de Amazon no defiende exactamente la libertad de expresión de su asistente de voz virtual -un ejemplo de inteligencia artificial relativamente básico-, sino de las respuestas que da Alexa a sus usuarios, ya que éstas a veces contienen "noticias, reportes del tiempo, música y otras formas de entretenimiento y contenidos" que pueden estar protegidos por el derecho a la libertad de expresión. De hecho, según añade el escrito, en un fallo anterior los tribunales americanos dictaron que "el temor a que el Gobierno vigile nuestras lecturas u opciones audiovisuales afecta a los derechos protegidos por la Primera Enmienda".

Pero si no se puede decir todavía que la asistente de voz de Amazon tenga un discurso 'propio' que proteger, algunos expertos afirman que versiones posteriores de estos robots con una inteligencia artificial más avanzada sí deberían tener acceso a esta protección. Fundamentalmente, añaden, porque la libertad de expresión es un derecho que pretende proteger más a los 'receptores' de la información -para garantizar su acceso a la mayor variedad posible de discursos- que a sus emisores, independientemente de la 'humanidad' de éstos. Si un robot puede generar -por ejemplo- noticias de forma automática sobre un municipio, éstas deberían también ser protegidas.

El rechazo social a aceptar la 'creatividad' de los robots es "un problema moral, no científico", según el investigador del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial, Ramón López de Mántaras. El científico del IIA se pregunta en Openmind si "¿Podrá exigir un robot los derechos de autor de su obra?" y añade una lista de ejemplos de la capacidad creativa de la inteligencia artificial. Como en música, donde Band-out-of-a-Box, un 'músico virtual'  para improvisación en tiempo real, acompañó con éxito a dos estilos muy diferentes, el del saxofonista Charlie Parker y el del violinista Stéphane Grapelli. O en pintura, donde el robot The Painting Fool, de Simon Colton, recibe instrucciones mínimas y crea sus propios conceptos buscando material en la web y redes sociales. En 2009, por ejemplo, ya produjo su propia interpretación de la guerra en Afganistán: una yuxtaposición de ciudadanos afganos, explosiones y tumbas de víctimas de la guerra. Los expertos en leyes van a tener mucho trabajo por delante.

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